En una
relectura de Mario Benedetti en la que habla sobre las prostitutas, observo
que resuelve un enigma tan masculino como absurdo: “Una cosa he aprendido con ellas: como es fácil que su oficio corporal
se les vuelva rutina, su goce mayor pasa a ser el del espíritu. Cuando se
divierten con una buena broma, o festejan una ironía creativa o reciben una
muestra de amistad desinteresada o las abarcas en un piropo original, en sus ojos
se trasluce que ése es su goce preferido: el orgasmo espiritual…”
“La borra del café”
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