domingo, 31 de julio de 2011

Potter y el misterio de los retratos vivientes…

  Uno de los detalles que fascinaron a los jóvenes lectores de Rowling fue la proliferación de retratos vivientes. Los cuadros mágicos que aparecen en la saga Harry Potter no descansan un instante, el artilugio se extiende también a las fotografías de los periódicos que los magos suelen leer, a las fotos familiares, a las postales, etc…  


 En las versiones cinematográficas, algunos muros interiores se parecen a esos negocios que hoy venden televisores y llenan una inmensa pared con los artefactos funcionando en distintos canales para embriagar y conquistar al comprador…

  Nadie puede asombrarse de que esta obra tenga sus antecedentes hasta en sus mínimos detalles, es el derecho que otorga el valor de la “intertexutalidad”.

  Digamos que Rowling no ha inventado los vuelos con escoba aunque les adicionó un elemento deportivo que los hizo contemporáneamente interesantes y así con todo…

  Adjunto un par de antecesores en lo que se refiere a “cuadros que se mueven” aunque no dudo de que existan mejores y más antiguos:

  “Vio al antiguo señor salir del cuadro y saltar al suelo. Antes de empezar a hacer nada, el astuto viejo agudizó el oído para ver si los dos hombres estaban dormidos. Cuando comprobó que todo estaba tranquilo, alargó la mano, agarró la botella de whisky y se la bebió toda…” Sheridan Le Fanu “El fantasma y el ensalmador” (escrito entre 1839 y 1872).


  “En aquel instante, el retrato de su abuelo que colgaba sobre el banco donde se habían sentado, lanzó un profundo suspiro y agitó el pecho…”  Horace Walpole “El castillo de Otranto” 1764.



viernes, 29 de julio de 2011

Pipas como almas, hoy viernes en “La comedia terminó”. Tabaco y alquimia…

                                  

 En nuestra tradicional “entrada” semanal exclusiva para la “hermandad del humo”, reflexionamos sobre el “arte de fumar en pipa”, el mundo de la magia y el secreto de la alquimia…

jueves, 28 de julio de 2011

El cielo tan temido… II

“En Su misericordia no hay jardines
ni luz de una esperanza o de un recuerdo”.
J. L. Borges

   Decíamos en nuestra anterior entrada que nos llama la atención la idea de paraíso.

  Un lugar posible como premio de eternidad que otorgue sentido a los avatares de nuestra vida cotidiana.

  Un paraíso nos promete más de lo que ya disfrutamos y nos “explica” todo aquello doloroso que no tiene explicación.

 Praderas de nubes, palacios inmensos, coros aéreos, esferas lumínicas, ciudades en cumbres, bosques deliciosos, lugares cotidianos. Todos paraísos posibles.


  Borges, el agnóstico Borges, descree del listado que él mismo hace y arriesga en su desesperanzada esperanza una posibilidad. Al fin y al cabo, una posibilidad amorosa:




“El Infierno de Dios no necesita
el esplendor del fuego. Cuando el Juicio
Universal retumbe en las trompetas
y la tierra publique sus entrañas
y resurjan del polvo las naciones
para acatar la Boca inapelable,
los ojos no verán los nueve círculos
de la montaña inversa; ni la pálida
pradera de perennes asfodelos
donde la sombra del arquero sigue
la sombra de la corza, eternamente;
ni la loba de fuego que en el ínfimo
piso de los infiernos musulmanes
es anterior a Adán y a los castigos;
ni violentos metales, ni siquiera
la visible tiniebla de Juan Milton.
No oprimirá un odiado laberinto
de triple hierro y fuego doloroso
las atónitas almas de los réprobos.

Tampoco el fondo de los años guarda
un remoto jardín. Dios ni quiere
para alegrar los méritos del justo,
orbes de luz, concéntricas teorías
de tronos, potestades, querubines,
ni el espejo ilusorio de la música
n¡ las profundidades de la rosa
ni el esplendor aciago de uno solo
de Sus tigres, ni la delicadeza
de un ocaso amarillo en el desierto
ni el antiguo, natal sabor del agua.
En Su misericordia no hay jardines
ni luz de una esperanza o de un recuerdo.

En el cristal de un sueño he vislumbrado
el Cielo y el Infierno prometidos:
cuando el juicio retumbe en las trompetas
últimas y el planeta milenario
sea obliterado y bruscamente cesen
¡oh Tiempo! tus efímeras pirámides,
los colores y líneas del pasado
definirán en la tiniebla un rostro
durmiente, inmóvil, fiel, inalterable
(tal vez el de la amada, quizá el tuyo)
y la contemplación de ese inmediato
rostro incesante, intacto, incorruptible,
será para los réprobos, Infierno;
para los elegidos, Paraíso.”




"Del infierno y del cielo" J. L. Borges

martes, 26 de julio de 2011

El cielo, tan temido…

“Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las huríes del Profeta”.
G. A Bécquer.

  Los antiguos, los verdaderamente antiguos, no creían en el Paraíso. Acaso eran tremendamente realistas o acaso, tristemente pesimistas…

  La antigüedad griega concebía a los dioses para la vida, ellos, los dioses, no nos invitaban a las delicias del Olimpo, sólo podíamos rendirles culto y esperar un aliciente para los días de la vida. Lo demás era pasarse la eternidad en el Hades, ese lugar sin recuerdos, sin placer, sin dolor. Una clara metáfora de la nada.

  Para la antigua religión hebrea, algo parecido estaba en mente. A Dios se le pedían largos años de prosperidad en esta tierra…aquí…

  Pero, de a poco, distintos protagonistas: profetas, enviados, elegidos, personas divinas, fueron inculcando la idea del premio celestial y, como no podía faltar, del castigo.

  Pero a mí, siempre me llamaron la atención los Paraísos posibles más que los infiernos.

  El paraíso católico que resume todo en la contemplación de Dios, en la participación de un amor infinito.

  El musulmán de las huríes que no son más que un símbolo de un premio más espiritual y comprensible que andar pasándose la eternidad teniendo relaciones con muchachitas siempre vírgenes.

  El de los nórdicos que se dan de espadazos todo el día para beber y cenar por la noche un jabalí que se reconstituye (como la virginidad de las huríes). Al respecto puedo decir que el paraíso vikingo se parece mucho a mi vida de todos los días…

  El de los aztecas que compartían algún lugarcito con las mujeres muertas en los partos (las mujeres aztecas que morían en un parto tenían un lugar en el paraíso de los guerreros!).

  Un gran número de paraísos posibles. Todos bastante inocentes analizados al pie de la letra, y todos muy serios si se los estudia a la luz de las exégesis.

  Pero si hay algo que me estremece es el paraíso del artista Gustave Doré. En su colección de grabados para la Divina Comedia uno espera imágenes aterradoras para el infierno, y sí, lo son, pero el paraíso es todavía algo más espeluznante.


Obra de Doré
Beatriz muestra el Paraíso a Dante (Doré)
  Un verdadero hombre de talento Doré, como pocos.



  Y tiene razón: de existir el paraíso debería ser más impresionante que el infierno…

Coros celestiales (Doré)

La gloria de Dios (Doré)


domingo, 24 de julio de 2011

Evita y otra vez ese anhelo llamado Eternidad…

  Ya habíamos hablado en este blog, en el mes de mayo (“Mito e instante II”) sobre la figura “mítico-simbólica” de Eva Perón; también la nombramos en la “Semana del terror” este mismo mes.

  Y parece que no me puedo despegar del tema…acaso no quiero, pero lo de hoy se impone por su fuerza y tamaño.

  Odio hacerlo pero me cito a mí mismo en mi entrada del pasado 17/07: “En nuestro país tuvimos y acaso tenemos alguien a quien no dejamos morir jamás…”.

  Se trata por supuesto de Eva, Eva Perón a quien más allá de opiniones y observaciones políticas, de alguna manera, los argentinos la llevamos con nosotros. Ya sea para amarla, para odiarla, para reconocerla, para recordarla, para estudiarla, para observarla, para refrendarla, para refutarla, para lo que sea, pero la queremos viva, eterna, joven, perpetua.

  Muchos han hablado y se ha hablado como “leyenda urbana” sobre el trajín post-mortem de su cuerpo, los textos de ficción “Esa mujer” de R. Walsh y “Santa Evita” de T. E. Martínez, dieron más fuego a la leyenda; innumerables ensayos y estudios trataron esta historia por momentos macabra, incluso se suele recordar vagamente que su cuerpo embalsamado fue dañado pero no se recuerda que fue restaurado en 1974 por Domingo Tellechea.

   Todo un símbolo que llevamos en nuestra interioridad, en nuestro “inconsciente colectivo nacional” repito, más allá de la controversia política.

   Ahora la veremos inmensa en el mural más grande del país y uno de los más grandes del mundo, realizado en acero, sobre el edificio de lo que fuera Obras Públicas en la avenida 9 de julio, allí en donde ella pronunció un histórico discurso en el que renunciaba a ser vicepresidenta el 22/08/1951.

   Estará en dos versiones, una mirando al norte y otra al sur, 35 x 22 m. Al emprendimiento, como no podía ser de otro modo, ya le han reconocido elementos misteriosos y mensajes cifrados…

   No obstante, aparece así, de nuevo, inmensa, eterna, hermosa, mirándonos a todos.

  Acaso, haya quienes no olvidaron sus palabras cuando dijo: “… y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.

El mural que todavía no fue inaugurado

viernes, 22 de julio de 2011

Finalmente, El Miedo… Día VII y último! Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad. El miedo, ese “algo” tan personal.

Viy (1967)

  La semana finaliza con una reflexión sobre el miedo.

  El miedo, ese “sentir” tan personal. Cada persona podría hablar de sus propios miedos. A cada persona le causa un temor profundo algo distinto, el miedo “detona” en el alma por causas diversas y se expande generalmente de manera incomprensible por cuestiones aún más incomprensibles.

  Esto lo vuelve aún más terrible. Cada uno tiene un miedo para sí mismo…

  Por ello, sería difícil seleccionar cuál sería la narración de terror que más hiciera efecto en el lector o cuál sería el film más aterrador.

  Cada lector, cada espectador y cada persona en general teme por cosas que para otros no significan tanto, a veces tememos cosas que para los demás podrían resultar hasta irrisorias.

El buque maldito (1974)
  Por mi parte no dejo de ponderar a Lovecraft, Poe, Stephen King, digamos los clásicos del género, pero hay narraciones que pudieran calar más hondo en los demás.

  Más allá de mis pocas o muchas lecturas, estoy convencido de que la historia de terror que más miedo me causó y aún me causa, fue una anécdota que una adolescente me contó al pasar. Una breve historia real (acaso por ello mismo más temible) a la que la narradora no daba importancia y que a mí no deja de causarme desvelo aún hoy…

  La historia fue contada más o menos así: “Mi tío trabaja desde hace once años en una funeraria y jamás debió quebrar los huesos de ningún muerto para acomodarlo en el féretro. Él les habla bajito para que los muertos se vayan relajando y así, poder moverlos con facilidad.”

  En mi espíritu, esta anécdota resultó fatal. Es que la misma supone tres conceptos terribles: el primero es que los empleados de las funerarias nos harán un destrozo para colocarnos estéticamente a la vista de nuestros deudos, el segundo es que escucharemos lo que sucede a nuestro alrededor, lo tercero es que esta escucha nos dará plena conciencia de nuestra situación la cual no es otra que pasarse el resto del tiempo adentro de una espantosa y oscura caja.

Dr. Tube (1915)
  Miedos, miedos en el alma, miedos personales que parecen, a veces, invencibles. Latentes, malignos, dispuestos miedos que nos acompañan sin descanso…

   Gracias amigos lectores (y hermandad de seguidores), por acompañar esta Semana del terror en “La comedia terminó”.

jueves, 21 de julio de 2011

Cuestión de tamaño… Día VI. Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad. El tamaño de los seres.

  Parece que no, pero sí. El tamaño ha dado lugar a varios sustos. Es que cuando lo que debe ser naturalmente pequeño se aparece en grande o lo que debería ser grande, de pronto, se vuelve muy pequeño pues tenemos un problema.

  La ficción que abordó esta temática aún sin querer ser de terror no pudo dejar de meter algo de miedo en las almas.

  Quiero decir que “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll no pretendió ser nunca una novela de terror en sí, pero eso de la diminución y aumento del tamaño de la niña no produce, al lector, ninguna tranquilidad…

  A la inversa, Gulliver, de pronto se ve en un mundo de seres pequeños que sin embargo le causan algunos cuantos problemas.

  Y el muchachito (Periquín) que posee esas “habichuelas” que lo llevan a una tierra en donde habita un gigante ogro…digamos que no es una lectura para pasársela uno muy relajado.

  Yo creo que una gran cuestión de tamaño fue siempre el episodio memorable de Ulises versus Polifemo, la lucha por enceguecer al enemigo reconociendo que su poder y dimensiones no permiten matarlo agregan cierta verosimilitud al relato y, por ende, cierto espíritu de lo que más tarde será el futuro terror moderno.

  Cinematográficamente hablando, adjunto un fotograma de “Dr. Cyclops” (1940), en el que se ve cómo los protagonistas intentan matar al sádico científico que les ha proporcionado una considerable reducción de tamaño. Una idea anticipada a “Querida, encogí a los niños” (1989)…

Dr. Cyclops

  Pero, a pesar de todo esto, los insectos también pueden obsesionar si cambian de tamaño. El cine hizo buen caso de este temor humano como podemos observar a partir de la mariposa gigante (Mothra) que lucha contra Godzilla en “Godzilla contra los monstruos” (1964).

Godzilla contra los monstruos


  Otro film anticipatorio y exponente de estos temores fue “La humanidad en peligro” de 1953 y filmada en 3-D para sorpresa de quienes creen que estos efectos son de este sigo!!

La humanidad en peligro

   Y, finalmente podemos observar a “El hombre menguante” (1956), el protagonista víctima de una nube radiactiva que lo condena a empequeñecer constantemente, en este fotograma, toma una alfiler y se enfrenta a una araña considerable para su tamaño.

El hombre menguante

  Miedos humanos que se vuelven superlativos cuando pensamos que los seres pueden ver alteradas sus dimensiones originales.

  Por lo pronto, son sólo pesadillas de la literatura y el cine.

  Bastante bien están así las cosas con el tamaño que tienen…

miércoles, 20 de julio de 2011

Lugares de terror… Día V. Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad. Arquitecturas para el miedo.

Carceri
  El romanticismo decimonónico fue convirtiendo el noble castillo medieval en un sitio apto para la historia de horror.
  Es lógico, pasa con cualquier propiedad que pierde su esplendor y sus habitantes. En realidad, pierde primero sus habitantes y luego su esplendor. Su antiguo esplendor porque nace otro esplendor, el esplendor del espanto.
  La casa abandonada de nuestra vecindad de la infancia tuvo también su pequeña leyenda, y ¿por qué no? su aventura de niños del barrio.
  Una casa, un departamento, cualquier propiedad que quede al descuido por años es ámbito propicio para el suceso macabro y el miedo. Mucho más un enorme castillo.
  Acaso deberíamos darle una releída a El castillo de Otranto, un clásico de la novela gótica inicial que ya proponía esto de adentrarse en castillos perdidos para pasar una noche pésima…acaso última…

   El arquitecto Piranesi fue más allá. Dibujó una infinidad de habitaciones infinitas “ad-hoc”. Ya no se trata de un lugar dejado sino algo construido para el sólo fin de que otros la pasen realmente mal.
Carceri
Carceri
  Es fascinante mirar las “Carcerí” de Piranesi. Cárceles inmensas, supuestas propiedades terribles y horribles cuyo único objetivo es que sean sitio de prisión y tortura, lógicamente, para inocentes. Lugares amplios, inmensos y tétricos en donde la víctima puede colaborar con sus gritos a “gusto” pues, parecen lejanas a todo aquello que pudiese ser una salvación.
  Recuerdo que Poe, en una biografía, confiesa haber pasado unos años de su infancia en una casa-escuela, y que si bien no era un sitio de espanto, nunca pudo ubicar con exactitud el lugar en donde se encontraba su habitación. Salía durante horas y miraba la casa y no podía saber en qué lugar tenía su hospedaje. Y Poe no era ningún tonto. Era un hombre que se destacó por la deducción, de hecho se lo reconoce como el fundador del género policial a partir de sus cuentos: “La carta robada”, “Los crímenes de la calle Morgue” y “Manuscrito hallado en una botella”. Sin embargo, esa casa que bastante marcó su primera educación le guardó para siempre el extraño secreto de la localización precisa de su habitación…
    Otra maravilla podría ser “Esa cosa al final de la escalera” de Ray Bradbury. El personaje vuelve a la casa de su infancia sólo para ver si se anima a subir al “cobertizo” que siempre temió porque allí había algo…
  Casas peligrosas hay muchas…tal vez deberíamos decir que el 90% de las historias de terror se sostienen dentro de la estructura de una propiedad que aporta el clima para lo peor.
  Los que pasamos la infancia en casas grandes o solariegas sabemos de esto. No voy a entrar en detalles personales, pero siempre era un problema llegar entrada la noche, que no haya nadie en casa y que estén las luces apagadas. En esos instantes la casa dejaba de ser un cobijo y mostraba un alma un poco enemiga. Encendía luces cuarto por cuarto… Otros niños “abandonaban” y “abandonan” pasada cierta hora, parte de sus hogares: o no van de noche al cuarto del fondo o al altillo o al viejo garaje…
  En fin, creo que si lo pensamos un poquito, todos tenemos nuestro sitio de terror, nuestra casa abandonada, nuestro castillo peligroso…
Carceri

martes, 19 de julio de 2011

Los zombies nunca mueren… Día IV. Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad. Zombies.

  A mí me parece que en esta temática se esconde un anhelo de lectores o espectadores por algo inconfesable que es, básicamente, el deseo de tener “licencia para matar” sin reparos. Es más, no sólo el vergonzoso deseo de poder ir matando a lo loco sino esa fantasía de “matar a lo loco” y que la humanidad te lo agradezca…
  ¿Cómo llego a esta apreciación?
  La temática zombi es propia de la filmografía de segunda clase. Literariamente hablando no hay mucho bueno al respecto.
  El convertir a alguien en zombi es una actividad que reconoce orígenes en rituales africanos los cuales, en América, hicieron ancla especialmente en Haití. Algunos “vivillos” perfeccionaron la manera de hacer pasar por muerto a alguien mediante primitivos narcóticos en forma de polvo y luego lo “resucitaban” pero privados de voluntad. Los zombis quedaban (o quedan) al servicio de unos señores con cierto poder religioso y económico.
 Wade Davis habría sido quién “denuncia” esta patraña allá por los años ´80 y lo expone en su obra The Serpent and the Rainbow .  Más tarde, este libro, se convirtió a su vez, en film de culto en 1988 “La serpiente y el arco iris”.
  No obstante, ya todo esto lo habíamos visto en una vieja película de 1932 llamada Zombi Blanco y protagonizada por el mítico Bela Lugosi.   
  Pero el tema deriva de zombis, que son personas narcotizadas, a personas que se han muerto de verdad y de pronto se salen de su tumba y quieren dañar a otros. Por supuesto, no iban a salirse de los féretros en semi-estado de descomposición para fundar bibliotecas o repartir ayuda humanitaria.
  En algunos de los infinitos films de baja categoría en que aparecen quieren “comer” a los vivos.
  Suelen aparecer con poca fuerza, es decir, más o menos fáciles de derrotar si uno tiene unas cuantas balas. El imaginario es que uno les dispara y siguen avanzando, claro, si están muy muertos, pero si se les dispara “mucho-mucho” finalmente se terminan rompiendo del todo y ya no pueden seguir…
  El poder de los zombis cinematográficos está en la cantidad, como son algo débiles, se te vienen de manera masiva y ahí sí, hay un punto en que se te acaban las balas o lo que sea con lo que les estés tirando y pues te atrapan y te matan o te hacen zombi (siempre en estos seres existe esa manía apostólica: los vampiros quieren hacer nuevos vampiros y los zombis, más zombis…cosa de vampiros…y de zombis…). No voy a hablar de las posibilidades infinitas que esto aporta a los “video-games”.
  Pero a lo que me refería al principio no es a la existencia o no de los pobres zombis sino a ese anhelo de poder andar matando gente tranquilamente sin tener ni miedo ni culpa.
  Lo que subyace (y es para reflexionar) son esas ganitas locas de disparar a quienes se te vienen encima, y que eso esté bien, total, ya están muertos…

lunes, 18 de julio de 2011

Vampiros para siempre…Día III. Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad. Vampiros.


  Nadie se crea que el primer vampiro fue Drácula. Nadie piense que los verdaderos vampiros brillan a la luz del sol con destellos de diamante como los vampiros de Stephenie Meyer (Luna Nueva, Eclipse, Amanecer y etc.), ellos, los vampiros comenzaron a vivir literariamente en 1748 de la mano de Heinrich August Ossenfelder en un poema.
  Después, la lista de poemas, cuentos, novelas, films, comics, en los que este personaje es abordado se hace realmente extensa con producciones disímiles, es decir, muchas estéticamente nobles y otras que no resisten el mínimo análisis.
  El vampiro, sinónimo de la muerte y de lo muerto, reviniente por excelencia es el ser capaz de dañar por su propia naturaleza desgraciada, es aquel no-vivo, alguien muerto pero que vive con otra vida condenada a alimentarse de la sangre de los vivos y, acaso, convertirlos en lo que él mismo es, arrastrándolos a su propia tragedia…
  Los estudiosos observan los orígenes de las conductas vampíricas, orígenes muy remotos por cierto, en la religión del antiguo Egipto, en las mitologías babilónicas y en los albores de la cultura helénica.
  Pero, desde aquellas narraciones primeras a las figuras cinematográficas de hoy, hay mucho camino y mucho afán por parte de los escritores por darnos un vampiro al gusto de cada época. Acaso Drácula sea el molde que encaja de manera general y los vampiros-novios-adolescentes de Meyer sean para la chiquilinada de hoy.
  Veremos cómo sigue el mito vampírico mañana, ya algo comentamos en este blog sobre la obra de Justin Cronin, El pasaje, que parece ser lo último de renombre sobre esta temática.
  Pero me detengo en una apreciación:
  En el magnífico cuento que se clasifica como de temática vampírica “El horla” de Guy de Maupassant, el protagonista saluda a unas embarcaciones que pasan, sin saber que ese saludo es el permiso para que algo extraño acceda a su vida y comience a destruirlo.
  Quiero decir que éste es el gran hallazgo del mundo vampírico. Para que el vampiro se apodere de nuestras vidas tenemos que permitírselo y sin ese permiso nada puede hacer: “_Bienvenido a mi casa. Venga libremente, váyase a salvo, y deje algo de la alegría que trae consigo…” Con esta sugestiva frase Drácula invita a Jonathan Harker a entrar a su castillo.
  Esta es, sin duda, la clave temática.
  Hay cosas que nos pueden hacer mucho daño en la medida en que permitimos que nos hagan mucho daño.
  ¿Existen hoy los vampiros?
   Y, en parte sabemos que sí.
  Cuando alguien “nos consume”, nos roba ideas, nos toma lo que es nuestro, nos domina vivencialmente, no “absorbe”, nos demanda, cuando alguien cercano nos hace algo de este tenor y de manera permanente y se lo permitimos, es que está tomando actitudes vampíricas y se convierte, en parte, en un verdadero vampiro. En ese vampiro personal que no se detendrá hasta dañarnos seriamente de alguna manera.
  Los elementos religiosos como cruces u otros objetos sagrados o el inocente ajo podrían mantenerlo alejado, también la salvadora luz del sol según la leyenda, pero, estos no son más que talismanes de improbable resultado a la hora de encontrarse con un poderoso vampiro.
  Acaso la verdadera manera de vencerlos sea no darles el permiso para “entrar” en nuestras vidas…

domingo, 17 de julio de 2011

Momias, nunca muertas momias… Día II. Semana del Terror en “La comedia terminó”. En la cornisa entre ficción y realidad.

  Como nadie quiere resignarse a una ausencia que parece, en principio, eterna, no queda más al ser humano que intentar la conservación de lo que resta.

  Quedarnos con el cadáver, “inmortalizar” de alguna manera lo que está muerto. Guardarnos los restos “conservándolos” de alguna forma.

  Lo egipcios fueron la vanguardia de estas costumbres e intentos quienes, como bien sabemos, edificaron tumbas que bien podrían semejarse a palacios.

  Luego vimos que esto de enmomiar también se les ocurrió a otros con menos prensa o con menos leyenda difundida.

  En el cine, las viejas películas de “La momia”: La momia, 1932 protagonizada por Boris Karloff, La momia, 1959 protagonizada por Christopher Lee, La momia, 1969 dirigida por Shadi Abdel Salam, superan ampliamente en espíritu a las infantiles de la misma temática pero más recientes protagonizadas por Brendan Fraser (1999).

  Por otra parte, la gran obra de Hitchcock, “Psicosis”, es un film superlativo a la hora de querer conservar lo que no debería conservarse.

  Literariamente hablando hay mucho también, a mí siempre me gustó el cuento de William FaulknerUna rosa para Emily”. No resisto la tentación de transcribirles un fragmento:

“El hombre yacía en la cama.
Por un largo tiempo nos detuvimos a la puerta, mirando asombrados aquella apariencia misteriosa y descarnada. El cuerpo había quedado en la actitud de abrazar; pero ahora el largo sueño que dura más que el amor, que vence al gesto del amor, lo había aniquilado. Lo que quedaba de él, pudriéndose bajo lo que había sido camisa de dormir, se había convertido en algo inseparable de la cama en que yacía. Sobre él, y sobre la almohada que estaba a su lado, se extendía la misma capa de denso y tenaz polvo”.

  En nuestro país tuvimos y acaso tenemos alguien a quien no dejamos morir jamás. Una hora antes de que falleciese Eva Perón, el propio Perón ya había convencido al Dr. Pedro Ara para que hiciera el trabajo de conservación perpetua de su cadáver. Ara no realizó un embalsamamiento común sino un trabajo inédito en su época. La conservación del cuerpo de Evita, Jefa espiritual de la Nación, supuso la preservación de todos sus órganos. Para ello trabajó un año entero durante horas, todos los días…


  Después siguió una leyenda macabra que tiene más de leyenda que de realidad.


  No obstante, esta foto del Dr. Pedro Ara con su obra no deja de causarme pavor: