El “realismo
mágico” no es un movimiento literario del pasado. Sigue vigente pero en la
realidad de estas tierras.
El primer
mandatario fue a dar su apoyo con un encendido discurso a un templo evangélico en la provincia
de Chaco, Argentina.
Es el templo cuyo pastor asegura ante el micrófono que le pongan,
que tuvo en su caja de seguridad bancaria cien mil pesos alguna vez, y cuando
fue a retirarlos se habían convertido en cien mil dólares.
La cifra en
rigor puede ser menor, hemos redondeado, creo que habló de noventa y seis mil.
Ya
entendemos a nuestro presidente. Es claro que nuestra única posibilidad de
éxito como país reside en un milagro…
Y ahí está
el público mediático viendo cómo gatos hacen piruetas olímpicas saltando de un
trampolín a una pileta de alta competición.
Otra ilusión
de la IA.
Es lúdico y
gracioso verlos hacer los movimientos de los grandes clavadistas, también es todo tan falso como es puramente esencial, verdadera y ancestral su aversión al
agua.
Los
productos de IA son cada vez más
fieles a su definición de artificial…
En la década
del 90 Fukuyama nos decía en su
libro“El fin de la historia y el último
hombre” que el triunfo de las democracias liberales como efecto de la caída
del comunismo, propiciaban el fin de la historia en un contexto sin más guerras
ni revoluciones sangrientas. El mercado lo acomodaba todo.
No sabemos,
hasta día de hoy, si dijo todo eso porque es un pavote o un genio al haber
logrado records de venta para su libro. Tal vez, propuso esta teoría para
hacerse un poco de dinero y fama. No está mal, a muchos les gusta eso.
Después se
desdijo, escribió rectificaciones que se leyeron menos.
Hoy, por lo
pronto, solo rescatamos la ingenuidad de su teoría.
Una guerra
entre Israel, EE.UU. vs Irán. que puede
escaparse de control y tomar escala mundial. Otra contienda en el centro de Europa
desde hace unos años que también siempre ronda el peligro de expandirse. Otras
menores (o no tan menores) que los medios de noticias tratan de no
anoticiarnos y diversos descalabros financieros regionales, locales, generales
nos apremian confirmando que la historia no ha terminado, sino que sigue su curso
con sus connotaciones dolorosas en primer lugar.
Tal vez, valga
la pena para algún sello editorial, reunir una colección de libros ingenuos…
Circula en
medios virtuales un programa de formato televisivo con propuesta de entrevistas
escandalosas y absurdas. Su conductora, Marisa
Maio, de apariencia disonante con los cánones estéticos imperantes en estos
casos: porta traje de baño y tacos altos; conduce extrovertida, el programa.
Pero todo
esto no existe en la realidad. Es una propuesta creada con Inteligencia
Artificial de cabo a rabo con características asombrosamente realistas pero que a cualquiera que no lo sabe, le parece muy cierto.
Con el
advenimiento de la IA, tendremos que ir acostumbrándonos a estos productos. Disfrutarlos
o pasarlos de largo, otra cosa no se puede.
A favor del
engaño Marisa Maio diríamos que tiene
una cuota de sinceridad porque no busca engañar demasiado. Prontamente se sabe
que todo es una creación ficticia. En cambio, durante cuántas décadas
millones de televidentes consumieron propuestas televisivas y mediáticas de
todo tipo creyendo que algo de lo que estaban viendo era cierto.
Aquí
recordamos las bromas de “cámara oculta”
de los programas de Marcelo Tinelli.
Hoy sabemos que aquello estaba bastante actuado, y que las cámaras ocultas no
eran tan ni tales. Ponemos por caso también, el aún vigente e internacional “Caso
Cerrado”, cuando hoy sabemos que todo eso no es mucho más que un paso
de comedia. No obstante, durante décadas, los consumidores de estos formatos
tomaron el engaño al pie de la letra.
Cierto es
que estas producciones de las que hablamos, se realizaron con personas de carne
y hueso y con elementos reales: estudios de televisión, mobiliario,
iluminación, etc. Todo constatable en la realidad.
Pero, hoy
pensamos que, para el caso, la propuesta Marisa
Maio no está muy lejos del producto final de siempre. No es tanta la
diferencia. En todo caso, le agradecemos a los creadores de Maio por arrostrarnos, de algún modo,
una verdad: todo es mentira…
Nos tomamos
unos días para hablar del conflicto entre dos que ostentan el actual poder
occidental.
Queríamos
ver cómo derivaba la historia. Si escalaban en ofensas, si lo dejaban en la
indiferencia, si alguna de las partes cedía y se reconciliaban.
Más o menos,
lo último fue lo que sucedió. Pero acaso ya no importa tanto. Lo que importa es
que Musk y Trump se cruzaron de manera pública y lo peor de todo, cada uno acusó
al otro de viejos delitos. En estas tierras existe la palabra “escándalo”, pero
hay una despectiva y afín: “escandalete”. El “escandalete” es ese conflicto en el cual las partes terminan sacando “los trapitos al sol” y que suelen protagonizar panelistas,
vedettes, actores y actrices de segunda línea, en definitiva: payasos
televisivos-mediáticos en general. Esa ha sido siempre la forma: se ven
ofendidos o enojados y enseguida comienzan las acusaciones por pecados del
pasado.
En general,
cuando se revisan esos antiguos delitos, en estas tierras y en estos círculos
de famosos, se trata de mentiras o asuntos menores. Pero, en el caso de la
vergonzosa trifulca entre Trump y Musk, las acusaciones han sido serias y los
delitos gravísimos.
La justicia,
si existe, debería intervenir, investigarlos y tal vez, condenarlos a ambos.
Y todo el
mundo sabe que hace unos días apenas, el presidente de Francia se ligó un buen golpe de su esposa.
Llegaban en
avión a Vietnam, otrora sufrido
enclave colonial de los encantadores franceses de otra época…
Claramente
ya dicen que “era en broma”, que “estaban jugando”, que “no iba en serio”. Pero, claramente
también, esas excusas no las pueden creer ni ellos mismos.
Una buena y
agresiva cachetada es lo que es.
Lo mejor del
suceso, lo paródico, lo que va de comedia clase “b”, es la reacción de Emmanuel Macron: percibe que la puerta
se ha abierto, que está a merced de la visualización del mundo y como el peor
de los actores cómicos, se compone la postura y saluda levantando la mano y
exponiendo una sonrisa tan falsa como inmensa.
Hubiera sido
mejor que bajase colérico, serio, asumiendo la tragedia familiar y mediática.
Pero no, accionó como los pésimos actores que tratan de hacer reír sin lograrlo.
Nos gusta
imaginar que el cachetazo propinado por Brigitte,
esposa del presidente, fue apreciado por los vietnamitas como el acto de
reivindicación histórica que ellos se merecían después de años de colonialismo
y sometimiento francés…
La historia
de Maradona es, obviamente, la
historia del mejor jugador de fútbol del mundo (al menos en un largo periodo)
pero también la historia de un hombre del cual muchos quisieron aprovecharse.
Hay ricos y famosos que saben resguardarse de los aprovechadores, pero hay
otros muchos que no supieron defenderse, sino que fueron inocentes y creyeron
en los que le mintieron lealtad, amistad, hermandad, amor y todas esas cosas
parecidas.
Diego Armando Maradona fue víctima
de infinidad de esos inescrupulosos que vivieron y viven a su costa, fue víctima
de ellos siempre.
Se estaba
dando inicio a un juicio por irregularidades en torno a su muerte.
Irregularidades que inculpaban a varias personas sospechadas de mucho…
Pero, todo se anula porque a la jueza nombrada se la observa ya como protagonista
de un documental sobre el juicio que aún estaba en pleno inicio, se iba a
llamar “Jusiticia divina”.
Parece que,
aprovechando el auge y ganancia que producen los casos tan mediáticos, la
expansión de las plataformas para difundir vida y obra de famosos, el interés
masivo por estos productos audiovisuales que retratan “la realidad”; parece decimos, que la jueza se hizo propio el papel
de protagonista y ya se veía como diva de un documental aclamado por “el
mundo”.
Esto,
claramente, activo alarmas de otros miembros de la justicia Argentina, si es
que ese criterio existe en estas tierras.
Fue denunciada,
apartada del juicio y, a su vez, será seguramente enjuiciada.
Ella, Julieta Makintach, desmintió todo con
uñas y dientes. Le podríamos dar el derecho de la duda.
Pero
realmente es poco probable, poco probable que fuese inocente de esto, de haber
querido su momento de fama cinematográfica. Nos cuesta pensar que era ajena a
todo, que no tenía idea de nada, aunque la vemos exultante en el tráiler. Nos
cuesta creer que no quiso ser la estrella de uno de esos documentales que no
son más que una nueva forma de ficción.
Nos cuesta
creer que no sea una de esas tantas y tantas personas que siguen queriendo sacar
provecho de Maradona, esté vivo o
esté muerto.