“Las ficciones se escriben y se leen para que los humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener”.
Mario Vargas Llosa
La humanidad siempre necesitó del relato maravilloso. No se leerán tanto “Las doce princesas bailarinas” o “Historia de la rosa marina y de la joven china”, pero siempre subyace ese deseo por el cuento de hadas y princesas.
Acaso necesitamos esos relatos para sobrellevar nuestras vidas.
Si no fue en formato de cuento infantil lo habrá sido en formato cinematográfico, pero de vez en cuando tuvimos sed de “Cenicienta”, obviamente las niñas más que los niños…
Y si no es como libro ni como film que sea como realidad ficcional. Es decir, alguien de la realidad tiene que aparecer como tal. De vez en cuando queremos, todos, una boda de cuento.
Yo recuerdo de niño la del príncipe Carlos y Lady Di. Hubo infinidad de bodas de ensueño antes y después.
Por estas tierras sin realeza desde 1810, nos conformamos con la farándula. Se casó Luisana Lópilato que es una actriz que jamás se destacó por ser una gran actriz, con el señor Michael Bublé, un cantante que todavía no sabemos mucho qué canta. Pero no importa. La boda tuvo el espíritu de los cuentos. Las revistas publicaron esta semana un montón de frases alusivas de la novia: “Me siento una Cenicienta”, “El amor de mi vida me dio la boda que siempre había soñado” y toda esa colección de glosas de lo más previsible que usted pueda imaginar. Una de las revistas dedicó 60 páginas al evento. Sí amigo, leyó bien, 60.
No hay nada de malo en todo esto.
En el fondo, todos sabemos que ellos actuaron.
Pero lo necesitamos. Sucede en todos los países de vez en cuando. Por el recuerdo de aquella boda poco perfecta que tuvimos hace tiempo, por la boda que soñamos para el futuro, por la boda que jamás tendremos… Necesitamos ver una boda de “cuento maravilloso”, de “relato folklórico”.
Y que no nos saquen mucho de la ficción.
Que todo sea ideal.
No queremos saber que Carlos nunca amó a Lady Di o que mientras Lopilato vivía su boda sin mácula, delincuentes criollos de la peor estirpe aprovechaban la distracción, entraban a su casa de soltera y le robaban hasta las Barbies de su adorable niñez.
Encima el pastor que los casó dijo que era virgen. Completo el sueño dorado.
ResponderEliminarEs lamentable que se idealice tanto la vida cotidiana; porque tarde o temprano la realidad te avisa que no es así, más allá que se parezca a lo que nosotros planeamos.
Me parece de un análisis superficial de la vida creer en ese tipo de historias de "un mundo ideal". Digno de los fundamentalistas.
No me parece un tema menor.