El crítico local Jorge Carnevalle no
dudaba en confesar, rondando su vejez, que había soñado con un cine a la altura de lo
literario, un cine que intentase estar a la par de la Literatura y disputar alturas estéticas. Había disfrutado el gran
cine, el de Godard, Visconti, De Sica, Fellini, Scorsese,
Ford, Welles, Hermanos Coen, etc… “Como ya señalé en más de una oportunidad, pienso que el cine tuvo su
momento de gloria entre los años 60 y 70 y nos llevó a creer que podía medirse
con la literatura. Aquello era un espejismo. Los avances tecnológicos, los
multiplex y las películas en 3D nos indicaron que el cine volvía a ser lo que
fue siempre: un entretenimiento masivo con algunos aditamentos que lo
convierten en un parque de diversiones de lujo…”
Admite, pasado el tiempo, ingenuidad y derrota.
El Cine no logrará, según él, esas alturas estéticas
a las que se puede acceder a través de la expresión literaria…
Recuerdo la película Barton Fink, que es una
figuración del tormento que vivió el escritor William Faulkner al
tener que trabajar para Hollywood convirtiendo obras literarias en
guiones cinematográficos. Había que reducir algo grande, traducir con simpleza
algo complejo.
Pero, la sabiduría popular entiende que si lo
pequeño no puede subir, lo grande puede bajar…
Así es cómo hoy tenemos literatura casi
cinematográfica. Autores que se sienten como
pez en el agua a la hora de la adaptación cinematográfica, no sufren como Faulkner
sino que lo disfrutan y le sacan provecho como George Martin que es
el guionista de su propia obra, la cual, por otra parte, es absolutamente
cinematográfica (estamos hablando de Canción
de Fuego y Hielo devenida en Juego
de Tronos), o podríamos hablar de la metamorfosis que a lo largo de
pocos años fue “sufriendo” Harry Potter, obra que tuvo un inicio puro y literario, sin una página de más, para terminar en un fárrago extenso pensado para el
merchandising y lleno de guiños para la cómoda y rápida adaptación a la pantalla grande… La saga Potter nació como un texto para lectores y terminó como un "texto-base" para espectadores. Y podría decirse más, el primer Harry Potter, el de la Piedra Filosofal, fue un incentivador a la lectura, en cambio, el resto de ellos fue una invitación cinematográfica...
Es posible que, como pensaba Carnevalle, el cine no logre alcanzar el sitial artístico de
la ficción literaria, pero, tal vez, la ficción literaria pueda bajar unos
peldaños para tomarle la mano…