"Es un gran agujero negro de un metro de diámetro que se abre en el suelo, oculto hábilmente entre la hierba. No lo circunda brocal alguno, ni siquiera un cercado de piedra de una altura prudente. Se trata de un simple agujero abierto en el suelo. Aquí y allá, las piedras del reborde, expuestas a la lluvia y al viento, han mudado a un extraño color blancuzco, se han agrietado y han ido desmoronándose. Unas lagartijas verdes se deslizan entre las grietas. Sé que si me asomo y miro hacia dentro no veré nada. Es muy profundo. No puedo imaginar cuánto. Y está tan oscuro como si en una marmita alguien hubiera cocido todas las negruras de este mundo..."
Tokio Blues. Haruki Murakami
Los agentes del espectáculo festejan el concepto que dice: “El público siempre se renueva”. Es esa
idea que contempla volver a vender más o menos siempre el mismo espectáculo ya
que las nuevas generaciones ignoran (con ignorancia culposa) todo lo que se
hizo ayer. Desestiman la voz de los memoriosos porque son pocos o porque son algo
mayores…
Pero, así como en el espectáculo, la mayoría de las producciones no son
más que “refritos de otrora”. Los errores humanos se asumen también con
espíritu novedoso. Como si nunca hubiera habido un tsunami, como si nunca
hubiera bramado el volcán, como si nunca el barco hubiese hecho la maniobra
equivocada, como si nunca ningún niño hubiera caído a un pozo…
Y cada tanto sucede, como sucedió en un pantano de Elche (Es.) en el
2000, o en una fosa de Lugo (Es.) en 2015, o al pequeño Cristian de San Nicolás
(Arg.) en 1998 o al pequeño Rampi (Italia) en 1981, para no seguir con la lista:
todos niños que cayeron en pozos, pozos que no estaban señalizados, niños que
no salieron con vida…
Y así estamos, cometiendo siempre los mismos errores…
A costa de los niños que, como Julen, mueren en la profundidad de los pozos…