En el pasado siglo nos conformábamos todos, en principio, con las
fotografías que tomaban los fotógrafos profesionales.
Con el correr del tiempo, todos quisimos tomar nuestras propias
fotografías, no importaba si contábamos o no con pericia para ello, lo importante era
no conformarnos con la imagen que alguien había tomado, teníamos que demostrar
que nosotros mismos habíamos ido allí y tomado nuestra rudimentaria fotografía.
Andando las décadas, profundizamos esta actitud por lo que no era extraño, detener a cualquier extraño para pedirle que nos fotografíe
al lado de un cuadro, sobre un barco, delante de una fuente, etc.
La “selfie” es, obviamente, el
nuevo concepto: “Lo importante es que yo
aparezca”. Me tomo una autofoto catastrófica al lado de una personalidad,
en medio del paisaje, delante de la escultura. Un deseo protagónico de aparecer
llevado, si fuese necesario, hasta el paroxismo (observen, para tener un
ejemplo, que en el desfile inaugural de los últimos juegos olímpicos, todos los
atletas de todas las delegaciones caminaban por la pista tomando imágenes del
público que, a su vez, no estaba haciendo otra cosa que tomando imágenes de los
atletas).
Pero, no perdamos las esperanzas…
La historia pega sus vueltas y las actitudes humanas también.
Acaso, en el futuro, la “actitud
selfie” sea reemplazada por algo menos ridículo…