Con esta imagen de un Hemingway rozagante, despedimos el año y le damos la bienvenida al 2019.
Que todos tengamos muchos momentos felices, que estén con quienes aman, que el destino nos sonría...
sábado, 29 de diciembre de 2018
jueves, 27 de diciembre de 2018
Saludos y deseos
Querido puñado de lectores entusiastas, estuve unos cuantos
días alejado de este espacio…
Me disculpo…
Para hacerme perdonar, les adjunto una serie de portadas de
aquellas revistas que, a los niños de ayer, los hacían felices…
Y tengan todos, un fin de año junto a quienes aman y un 2019 maravilloso…
miércoles, 19 de diciembre de 2018
Fotos de espejo
martes, 4 de diciembre de 2018
Contienda de perturbaciones…
Mantengo con un amigo, hombre de
letras si los hay, un “duelo de perturbación”:
casi a la vez, sin respetar turnos, nos recomendamos obras literarias, películas y
series que consideramos perturbadoras.
No se trata de terror o sustos fáciles,
se trata de ofrecer al otro a través de buenas producciones, aquello que pueda
incomodar profundamente, herir con sutileza, quitar el sueño. La idea es
recomendar algo que nos arruine la vida, al menos, por unos días o, llegado el
caso, para siempre…
Hoy le envié algo del poeta
Francisco Javier Irazoki…
PALABRA DE ÁRBOL
"No conocí al que murió en el
vientre de mi madre. La abuela lo recogió, dijo que era grande como un guía y
lo puso en el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi higuera
preferida.
Yo pasaba tardes enteras bajo el
gris áspero de las hojas del árbol, esperando que naciesen los higos. Cogía al
fin el fruto blando y tocaba su piel negra que después deshacía en tiras. Cada
hilo era una puerta para adentrarme en mi hermano muerto y lo paladeaba al
ritmo lento de un viajero antiguo. Luego rompía con los dientes las semillas
menudas del interior. Ellas contenían palabras, voces que subieron por la savia
de la higuera.
Los otros niños crecieron
descubriendo aventuras. Para mí, crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar
los mensajes que un muerto me enviaba desde sus frutos.
Alguien quiso una ceremonia
devota en aquel lugar. De la cartera de mi ojo derecho saqué una lágrima
inmóvil. Una lágrima petrificada que se transformó en blasfemia de fuego cuando
la deposité en la escudilla situada a los pies de los ídolos."
(Del libro Los hombres
intermitentes. Hiperión, 2006)
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