Uno de mis libros.
Aquí lo dejo para ustedes, puñado de "lectores entusiastas":
Click en el centro para aumentar tamaño.
martes, 31 de mayo de 2016
domingo, 29 de mayo de 2016
Carta de una joven de 19 años:
Apareció en un periódico local, y el análisis es lúcido…
Más de media revista ocupan las publicidades de productos de belleza que
te quieren vender, pero, al mismo tiempo, te dicen que te quieras como sos… No
está de más aclarar que las modelos de dichas publicidades son mujeres flacas,
retocadas, rubias y bronceadas. Muy diferentes al común de las mujeres. Me da
pena, y por qué no, bronca, ver que lo que los redactores de estas revistas
llaman dedicarse tiempo a una misma o “mimarse” no sea más que modificar
nuestro aspecto para gustarles a los demás.
Me duele bastante ver que en la edad de formación de la personalidad, en
una etapa tan compleja como la adolescencia, se les trasmita a niñas que para
gustarle a alguien tienen que ser diferentes a como son. Diferentes tanto
físicamente como en sus gustos y costumbres. A mi entender es como un `Vos
acomodate, nena, lo que te gusta a vos no importa´…”
Julieta Giménez
Así de simples son las reglas del mercado amiga
Julieta, que se venda la revista, se dañe a quien a dañe.
sábado, 21 de mayo de 2016
Más mentiras, pero también más cortas…
No voy a transcribir la reconstrucción de una
trasnochada discusión de amigos. Sólo diré que hubo una jornada nocturna de
diálogos tan útiles como inútiles y de ello concluí por la mañana que, actualmente, circulan más mentiras pero duran menos.
Las antiguas patrañas tenían, hace tiempo, más
lentitud de difusión, había menos poder para desarticularlas y una geografía
tecnológica tan elemental que la transmisión oral no hacía otra cosa que
engrandecerlas.
Así fue cómo, los vientos costeros se convirtieron
en sirenas aladas y las sirenas aladas se convirtieron en mujeres medio pez y
las sirenas medio pez perduraron hasta dejarnos alguna potable enseñanza. Hasta
alguno se aventura hoy a decir que Troya nunca cayó en manos de los aqueos y
que Homero no fue más que un conjunto de relatores orales que transformaron el
fracaso militar en victoria, algo así como lo que EE.UU hizo con Vietnam a
través del cine: perder en el campo de batalla y ganar en las pantallas
cinematográficas.
Claro, el costo de las "mentiritas" más numerosas pero
de menos duración es que no se van a construir bellas leyendas o dignas
mitologías…
Tal vez, ya no necesitemos más historias legendarias
y estemos bien con aquellas que tenemos…
Recomiendo esta nota:
martes, 17 de mayo de 2016
El deseo es un criminal audaz…
Un diario local decidió editar los 20 libros
clásicos de la “Literatura erótica”
universal, es decir, lo que alguna vez, Editorial Planeta, si mal no
recuerdo, editó con el nombre de “La
sonrisa vertical”.
No está mal volver siempre a las fuentes, no se vaya
a creer alguno que al erotismo literario lo inventó E. L. James con “Cincuenta sombras de Grey”
hace unos pocos años…
El primero que salió nuevamente a la venta fue “Memorias de una princesa rusa”
y, por supuesto, la relectura a las puertas ineludibles de la vejez tiene sus
fascinaciones, no todo podía ser tan malo cuando comienza el ocaso…
Puesto a releerlas, a salvo ya del apremio mórbido
de la adolescencia, pude observar cuán cruel y criminal puede ser el deseo.
La pobre princesita Vávara, no puede poner
frenos a sus más profundas inclinaciones de placer, en especial cuando tiene todo para
procurar sus deseos (para satisfacer verdaderamente todos los deseos uno necesita
dinero y poder, cosas que, precisamente, tenían las princesas rusas en la época
en que había princesas rusas…).
Pero dar rienda a los deseos supone exponerse a los
secretos traicionados, a la delación y a la fanfarronería de los robustos
brutales que son, justamente, esa clase de personas que les gustaban a las
princesas rusas, a las princesas rusas de las novelas eróticas con princesas
rusas...
Y, obviamente, para acallar a los testigos, Vávara
no puede hacer otra cosa que eliminarlos.
Al poco tiempo de convertirse en la propia sacerdotisa
de su culto de placer, se convierte en una araña que debe matar sino a todos, a
la mayoría de sus amantes.
Así es de terrible el deseo que, en su honor, todo
parece permitirlo:
“Mira, descorro la cortina que oculta tu figura, que esconde tu forma de
lujuria y horror, que para mí solo es de un deleite inefable…”
Anónimo. Memorias de una princesa
rusa
miércoles, 11 de mayo de 2016
La Luna según Benedetti
Creo que alguna vez ya hablé de este poema, creo…
Pero, no importa, siempre esbozo una sonrisa ante esta idea de Benedetti, me
gusta el desenfado.
Cuando el bueno de armstrong dio
aquellos pasos
todos registramos cómo se movía
tosco / pesado / en un suelo
blancuzco
¿o era de piedra pómez? ¿quién se
acuerda?
durante un rato estuvo cavilando
y la escafandra o como se llamase
impedía que viéramos sus ojos
pero juraría que su mirada era
de pereza o abulia
algo debió explicar a su regreso
algo diferente al discurso de
gloria
que le ordenaron pronunciar
eufórico
entre medallas flores vítores y
guirnaldas
algo debió decir en privado a sus
jefes
algo importante inesperado
verbigracia / cuando estaba allá
arriba
caminando como un zoombie en la
luna
mi general mi coronel pensé en
ustedes
y se me ocurrió no sé por qué
que debía matarlos con urgencia
uno a uno / dos a dos / etcétera
o verbigracia dos / cuando andaba
allá / heroico
pisando las feísimas arrugas del
satélite
imaginé que así debía ser la
muerte
es decir el paisaje de la muerte
o verbigracia tres / cuando estaba
en selene
paseando por la nada como un
imbécil
sentí el asco infinito de la
ausencia del hombre
y me dije qué mierda estoy
haciendo aquí
algo así debe haber confesado a
sus jefes
con su estrenada voz de robot
disidente
y quizá por eso los dueños del
poder
postergaron sine die los viajes a
la luna.
Mario Benedetti
miércoles, 4 de mayo de 2016
Esas canciones tristes…aunque amadas...
Esas canciones viejas y eternas, perdidas…
De pronto, nos recuerdan que alguna vez
existió la adolescencia y por algo, en algún sentido, un poco de ella queda
hasta el fin de los días…
Gracias Mary Hopkin por esta canción
entrañable que salió del alma de Paul Mc Cartney.
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