La noticia
cercana y triste es que cinco jóvenes murieron por consumir unas píldoras con
la insignia del “hombre de acero” en una fiesta electrónica, otros
terminaron internados y algunos siguen graves:
http://www.clarin.com/sociedad/Noche-control-chicos-fiesta-electronica_0_1559844439.html
Y ahí están
todos los medios periodísticos en todos los horarios y en todos los formatos,
escandalizados, reflexivos, con sus bien trajeados conductores y sus atractivas
panelistas haciendo esa puesta en escena de verse horrorizados por lo sucedido.
Ahí está toda la comidilla periodística y mediática dramatizando ese paso de tragedia que tan bien les sale.
Como si no supieran, como si se enteraran hoy que en las fiestas electrónicas
se consumen drogas, preferentemente en pastillas de todo color y diseño. Ahí
están, hablando como si nunca hubiesen
sabido hasta hoy que esto sucede desde hace mucho, desde siempre, porque las
fiestas electrónicas nacieron esencialmente para ello, para que los
vendedores de drogas puedan venderlas y para que los consumidores puedan
consumirlas, para “volar”, “detonar”, “ponerse en Plutón” (cito a jóvenes asistentes). ¿O acaso alguien
cree que las fiestas electrónicas son para
difundir un tipo de música, bailar un ritmo especial y hacer grandes amigos? Si alguien cree esto, ha pecado
negligentemente de ingenuidad culposa…
Pero quienes
hablan en los medios lo saben bien y lo sabían y lo sabrán siempre, porque
también ellos forman parte de un grupo profesional que, en gran mayoría consume
drogas puesto que el ambiente artístico y el televisivo en especial es en
general una colonia mayormente consumidora, tradicionalmente de cocaína. No
obstante, debemos soportar esa sobreactuación moralizante que se rasga vestiduras y en unos días u horas
pasará a otra cosa sin que se les note demasiado cuánto disfrutan hoy,
morbosamente, de esta noticia que los reditúa en rating de manera incalculable.
Lo demás…lo demás es la muerte que se ha venido a
colar en la fiesta como en tantas otras fiestas y como tantas otras veces. Y es
el precio de coquetear con ella, con la muerte, comprar unas cuantas pastillas
en una fiesta electrónica y mandárselas al cuerpo es jugar con la muerte y
quienes las consumen lo saben, lo saben pero escasamente, porque son jóvenes y
la muerte de verdad se percibe solamente en la vejez y en la guerra. La muerte
parece ajena a la fiesta, pero hay fiestas en la que se camina por la cornisa
de la muerte.
Con la insignia de Superman, sus hijos, la
toman y antes del amanecer, mueren, porque han obviado que Superman es
una ficción, que no hay ni habrá hombres
de acero, que todos nos morimos, que los jóvenes alegres también mueren sin
que venga ningún super-héroe al rescate jamás.
Jamás.