El libro
electrónico tiene un sinfín de virtudes…
No se trata
de enumerarlas aquí.
Pero sí me gustaría
poner en la balanza una desventaja…
¿Cuántas
veces compramos libros usados? ¿Cuántos libros de nuestra biblioteca personal,
grande o pequeña pero siempre querida, no pertenecieron a otros lectores?
¿Cuántas
veces observamos marcas personales de antiguos dueños, subrayados, notas
marginales, dedicatorias, pliegues en las hojas, huellas todas de pasados
lectores…?
¿Cuántos
hemos heredado bibliotecas que a su vez queremos dejar como herencia?
Y en esto
último principalmente, me detengo. Porque el e-book sin duda acepta marcas y subrayados y comentarios, pero sin
duda también, no podrá ser herencia para nada ni para nadie.
No es una
profecía nostálgica ni es un lagrimeo de “apocalíptico”,
es sólo el resultado de la observación de una obviedad: la información virtual
rápidamente se vuelve obsoleta, sus claves de acceso caducan, la actualización
y superación de formatos es tan veloz que no permite permanencia alguna.
Y sólo
podemos dejar en herencia algo que permanezca un poco más que nosotros.
Como los
libros…