Amigos extranjeros, apasionados por la figura de Eva Perón,
me expresaban su desconcierto por haberse topado con relatos biográficos
contrapuestos. Habían adquirido biografías que la mostraban, unas en la
excelsitud de la santidad cívica y otras en el oprobio.
Les traté de
explicar, de manera sucinta y por enésima vez, las características apasionadas
de los habitantes de estas tierras. Los escritores no son la excepción de
nuestras cualidades personales, por ende, del mismo modo y con el mismo énfasis
que unos te afirman una cosa, otros certifican la contraria. La verdad que
siempre es esquiva, aquí es más escurridiza.
Por si hiciera falta,
les recordé que, más allá de nuestra proverbial vehemencia, la narrativa
biográfica tiene una peculiaridad que Jorge
Luis Borges expresó claramente:
“Tan compleja es la realidad, tan fragmentaria y tan simplificada la
historia, que un observador omnisciente podría redactar un número indefinido, y
casi infinito, de biografías de un hombre, que destacan hechos independientes y
de las que tendríamos que leer muchas antes de comprender que el protagonista
es el mismo. Simplifiquemos
desaforadamente una vida: imaginemos que la integran trece mil hechos. Una de
las hipotéticas biografías registraría la serie 11, 22, 33…; otra, la serie 9,
13, 17, 21..; otra, la serie 3, 12, 21, 30, 39… No es inconcebible una historia
de los sueños de un hombre; otra, de los órganos de su cuerpo; otra, de las
falacias cometidas por él; otra, de todos los momentos en que se imaginó las
pirámides; otra, de su comercio con la noche y con las auroras. Lo anterior puede
parecer meramente quimérico; desgraciadamente, no lo es…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario