Releyendo las memorias del artista plástico Emilio Pettoruti disfrutamos el afán por buscar un color, en este caso un azul único que no es cualquier azul:
“A punto de suspender el trabajo, quiso la casualidad que pasara una
tarde por un gran bazar de vía Larga y viera en una vitrina un jarrón del color
azul que buscaba (…) La realiad me entregaba el sueño; transportado por la
emoción entré al negocio lleno de gente y pedí aquel vaso. El empleado me trajo
uno igual y estiró el papel para envolverlo. Vi que el paquete abultaría
demasiado, además de ser molesto de llevar, le pedí que rompiera el jarrón para
hacer un paquete chico. El vendedor sonrió con la comisura de los labios y
siguió envolviendo. Repetí mi demanda. Molesto por su sonrisa y por la escasa
atención que me prestaba, le arrebaté el paquete a medio hacer y lo estrellé
contra el mostrador rompiendo su contenido en pedazos. Ahí se armó la gorda. El
vendedor abrió los ojos como faroles retrocediendo instintivamente, la gente
huyó de mi vecindad; vi a las madres azoradas dirigirse hacia la salida con sus
vástagos y avanzar hacia mí al encargado del negocio…”
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