"Esas tiendas permanecen cerradas casi todo el tiempo. Uno sacude el picaporte y nadie responde. En la vidriera se ve que cada objeto irradia algo parecido a una sonrisa de malicia, sobre todo la vajilla y la cristalería; los muebles afirman con placidez que estuvieron en casas mejores de las que uno tendrá jamás…”
Esto escribió Victor Sawdon Pritchett en uno de sus
cuentos de “La bella de Camberwell” y podría dar fe de que es absolutamente
cierto. En esta ciudad del sur, las casas de ventas de antigüedades están
repletas de objetos y sin embargo, encontrarlas abiertas y encontrar quienes las
atiendan es una especie de logro cuasi imposible. Nadie
sabe cuál es el horario de atención, sin embargo, están allí esos negocios
desde hace años y años…
No hay comentarios:
Publicar un comentario