En incontables oportunidades transmitimos por este espacio que la historieta, el comic como género, ha perdido su masividad, su podio de género de consumo masivo y popular, por el contrario, se transformó en una “doctrina secreta”, usamos este término metafóricamente para indicar que solo unos pocos, al menos en estas tierras, seguían disfrutando de la lectura en este formato.
Observamos que la historieta había pasado su “edad de oro” como medio cultural y como expresión de entretenimiento, asimismo, entendíamos que varios factores habrían favorecido la agonía del mismo: las posibilidades técnicas cinematográficas, el desarrollo de las series televisivas y su accesibilidad, el alto costo de la revista en papel, el cambio de los hábitos de lectura que hacen que una revista no sea atractiva para las nuevas generaciones y etcéteras…
Pero, a raíz de ociosas reflexiones hoy podemos decir que opinamos distinto: “como te digo una cosa, te digo la otra”. Por supuesto que los factores nombrados han conspirado para que la historieta se replegara notablemente, no obstante, hemos caído en la cuenta de que el crepúsculo solo abarca a la historieta nacional y a la historieta norteamericana y europea como nosotros la habíamos conocido.
Desde hace décadas, el podio del consumo de la historieta lo tiene sin duda el “manga”, es decir la historieta japonesa. Y en ese caso, nada importa, los jóvenes la consumen masivamente. En este país al sur del mundo e incluso en esta ciudad costera aún un poco más al sur, nos encontramos con miríadas de lectores, convenciones, exposiciones y otros tipos de actividades afines solo frenadas por la maldita pandemia. Los lectores y fanáticos del manga que se dejan llamar con orgullo “otakus” no dudan en gastar el dinero que no tienen en comprar revistas y libros, colecciones enteras de sus historias favoritas.
Podemos hablar mucho al respecto, pero sin duda, la historieta japonesa, sus estilo, sus formas, sus características y otras cuestiones que ya trataremos en su momento hicieron que ningún obstáculo detuviese el camino del consumo.
Evidentemente la conclusión es simple: podemos estar de acuerdo o no con el espíritu japonés de hacer historieta, pero no podemos dudar de que ellos dieron en la tecla. Ofrecieron una respuesta a la altura de la circunstancia, llenar el vaso con la bebida justa en el momento justo.
La historieta norteamericana ahí sigue con sus seguidores de antaño, con su héroes de siempre y los nuevos logrando la masividad pero a través del cine, la escuela europea de historieta que se nutrió y nutrió a su vez en un incesante ida y vuelta a la escuela argentina de historietas en décadas pasadas, hoy no tiene voz ni fuerza ponderables.
Hablo de estas escuelas o corrientes de historieta (Norteamérica, Europa y Argentina) porque era lo que en estas tierras disfrutábamos y consumíamos. Nuestro maestros nacionales: Breccia, Oesterheld, Solano López, Quino, Salinas, Divito entre tantos que podría nombrar daban forma a algo que era consumo corrientes y disfrute permanente.
Hoy por hoy, la vanguardia, el podio y la égida es de Japón. No es el formato ni el precio del papel el problema, los jóvenes consumen historieta japonesa, manga, porque esa escuela historietística les está dando algo que nadie más ha sabido dar…
Por ahora…
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