Estaba tentado de no hacer en estas semanas ninguna alusión futbolística pero…no soy fuerte ante las tentaciones, leo: “Pelotazo en contra” del libro “Historias inesperadas de la historia argentina” (Editorial Sudamericana), de Daniel Balmaceda.
“Las tensas relaciones entre
Brasil y la Argentina estaban en un punto complejo a comienzos de 1912. Por ese
motivo, el presidente Roque Sáenz Peña envió como ministro plenipotenciario a
un hombre querido por los brasileños: Julio Argentino Roca, quien concurrió a
la celebración de los actos por la Independencia de Brasil, el 7 de septiembre de
1822. A la vez, otro grupo de argentinos representaba al país, al igual que
Roca. Se trataba del combinado de la Asociación de Fútbol Argentino, que jugó
varios partidos y triunfó con claridad. Sin dudas, los hermanos Juan, Jorge y
Ernesto Brown, el arquero Wilson, Hayes, Susan y el resto del combinado
argentino (que incluía apellidos latinos como Chiappe, Fernández, Ohaco y
Viale) estaban varios escalones por encima del nivel de los contrincantes.
El día D del
fútbol argentino sería el 15. Enfrentarían al combinado de Brasil, delante del
presidente Da Fonseca, el canciller brasileño Müller, los ministros y la
comitiva encabezada por Roca. El 15 de septiembre de 1912 a las 15:35, ante
siete mil espectadores (una multitud para el fútbol de aquel tiempo), los
equipos ingresaron a la cancha. Se cantó el himno de Brasil, coreado por los
cariocas que agitaban con sus dos manos pequeñas banderas brasileñas y
argentinas. Acto seguido, el combinado argentino se plantó frente al palco
oficial y dio tres hurras por Brasil.
Arrancó el
partido. La tribuna aplaudía a las dos selecciones. Fair play ejemplar. Brasil
pasó a ganar el combate del mediocampo y comenzó a ejercer presión sobre la
valla de Wilson. Pero les faltó definición. A los 17 minutos, el argentino
Hayes les demostró que los goles que se pierden en un arco, se convierten en el
otro. Uno a cero para la Argentina, ovación de los siete mil espectadores,
abrazos y, ¡aplausos del equipo brasileño! Sí, señor: “del equipo”. Tres
minutos más tarde, Susan puso el marcador 2 a 0. Aplausos, aunque no tantos.
Eso sí: las banderitas de los dos países seguían coloreando las tribunas. ¿Qué
ocurrió entonces? La crónica del diario La Nación es elocuente: “Estos
dos tantos, lejos de desanimar a los locales, los acicatearon más hasta
equilibrar el juego, obteniendo varios corners infructuosos”. Volvió a
cumplirse la regla de los goles errados: a los 37 minutos, Hayes hizo el
tercero. Y ya comenzaban a desaparecer las banderitas argentinas. Y ya las
caras de los jugadores brasileños no parecían amigables.
Terminó el
primer tiempo, los equipos se refugiaron en los vestuarios y Roca aprovechó
para ir a saludar a sus gladiadores. Los felicitó, les halagó el juego, comentó
un par de situaciones y, poco antes de salir del vestuario, tomó del brazo al
capitán argentino, Jorge Brown, y les dijo a todos en forma paternal: “Muchachos,
Brasil está de fiesta, hoy tienen que perder. ¡Háganlo por la patria!”, y
se marchó. Los argentinos demoraron en salir al campo de juego. Estaban
deliberando.
Dos nuevos
goles de Hayes sellaron el resultado. Fue 5 a 0…”
Ese es el espíritu!! Mi abuelo jamás me dejó ganar al ajedrez así que creo que les dimos una lección a los brasileños...y a Roca...de paso...
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