martes, 17 de junio de 2014

Libros póstumos, negocios previos…

 Asistimos al fenómeno de las publicaciones póstumas: “la novela que no quiso editar”, “los poemas que tenía escondidos”,  “los cuentos inconclusos”, etc.

 No soñemos ya con el escritor sorprendido por la muerte y los deudos o admiradores hallando sus joyas literarias perdidas inocentemente. Ian Mc Ewan vendió su archivo en dos millones de dólares, Tom Wolfe, en una cifra más o menos similar vendió 52 metros lineales de archivo, ya habían hecho su negocio Vargas Llosa y Ricardo Piglia. Entre los herederos con afán de hacerse de liquidez monetaria constatamos a los de Julio Cortázar, Juan José Saer, Alejandra Pizarnik, Leopoldo Marechal y José Donoso.

 Los compradores suelen ser bibliotecas estadounidenses y editoriales que saben hacer bien las cosas puesto que nunca arriesgan y van sobre negocio seguro…

 ¿Y el espíritu literario?


 Eso es lo de menos…


1 comentario:

  1. No conozco de los otros que ud. menciona, pero el "afán de liquidez monetaria" por parte de las dos hijas de Marechal –únicas y verdaderas herederas– no llegó ni siquiera al afán, aunque sí pasó por la necesidad, malamente satisfecha. Y cierto cumplimiento de justicia les llegó un poco tarde. No es el único caso, Hay viudas de todos los sexos.

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