No sólo los libros, sino
también los autores que hablan sobre ellos, suponen, para mí, una debilidad, acaso una zoncera
inevitable.
Cito a Alberto Fuget, “Tránsitos”:
“Sabes que alguien tiene que escribir
libros porque los libros a la larga te salvan. Están ahí. Son más de fiar que
aquellos en los que confiabas. Los libros están plagados de dudas, de emociones
en carne viva, de fuego, de pánico, de neura, pero están calmados, quietos,
mudos. No exigen; pueden esperar, no huyen, no corren, no se escapan, no te
dejan plantado, no te patean y dejan a la deriva. Los libros están hechos de
miedo pero no tienen miedo. Uno se acerca a ellos o los deja o se va con ellos
o regresa a ellos. Es una relación perfecta…”
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