Es mi intención dar inicio con este título a una
serie de entradas.
No
necesariamente seguidas sino caprichosas y esporádicas, así, acordes con el
espíritu de este blog. Algo parecido a la serie Mito e Instante que trata de fotografías especiales de algunas
personalidades y de las que publicamos una de tanto en tanto.
Vale decir
que, esencialmente, no podemos acreditar todas las certezas del relato, pero
que se tratará de ser muy fieles, es que se me ocurre que la “anécdota” como tipo narrativo es muy
amigo de la “leyenda urbana”…
Sea como
fuere y lo que fuere, hoy hablamos de Nino Benvenuti, el gran boxeador
italiano al que Monzón le arrebatara el cetro en 1970. Obviamente, como en la mayoría de las historias de los grandes boxeadores, una derrota importante
supone que la estrella comienza irremisiblemente a menguar.
Y así fue con
Nino.
Hace muy
poco escuché a un afamado relator de
este deporte quien aseguraba que Benvenuti, toda vez que podía (y que no eran pocas),
iba a ver pelear a Monzón…y lo filmaba…filmaba toda la pelea y todas si
fuese posible. Era para verlo perder, quería filmar la caída de quien lo
venció.
Acaso, en su
deseo de dios derrotado soñaba con apropiarse del oprobio de su contrincante a
manos de otro para poder, en la soledad de su casa, solazarse una y mil veces.
Pero esto
nunca ocurrió, cualquiera sabe que Carlos Monzón se retiró invicto.
Benvenuti condujo alguna vez, un programa de
televisión y recibió a Monzón en un par de oportunidades. Fueron amigos
y Nino visitó a Monzón en
las horas más desgraciadas de éste como prueba de amistad y portador de
consuelo.
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