Secretamente, podríamos preguntarnos si cincuenta dosis de Seconal sirven para sanar los dolores de la vida.
Obviamente, sabemos que no.
Pero sí, son suficientes para acabar con la vida frágil de una poetisa.
El 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik, según sus biógrafos, escribió en un pizarrón que tenía en su cuarto y al que usaba para anotar ideas y para ver sus poemas “No quiero ir nada más que hasta el fondo”.
Pizarnik, una gran poetisa argentina. Grande de verdad.
Sus referencias biográficas están al alcance de cualquiera, incluso en blogs mucho más elocuentes que éste.
Sus obras, por suerte, también están al alcance de quienes quieran adentrarse en su estética atrapante:
“La Jaula
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.”
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.”
descubrí a Flora cuando ya había pasado largamente la adolescencia y cada vez que la leo vuelvo a quedar con los ojos abiertos:
ResponderEliminar"La palabra que sana"
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego probará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.