domingo, 24 de julio de 2011

Evita y otra vez ese anhelo llamado Eternidad…

  Ya habíamos hablado en este blog, en el mes de mayo (“Mito e instante II”) sobre la figura “mítico-simbólica” de Eva Perón; también la nombramos en la “Semana del terror” este mismo mes.

  Y parece que no me puedo despegar del tema…acaso no quiero, pero lo de hoy se impone por su fuerza y tamaño.

  Odio hacerlo pero me cito a mí mismo en mi entrada del pasado 17/07: “En nuestro país tuvimos y acaso tenemos alguien a quien no dejamos morir jamás…”.

  Se trata por supuesto de Eva, Eva Perón a quien más allá de opiniones y observaciones políticas, de alguna manera, los argentinos la llevamos con nosotros. Ya sea para amarla, para odiarla, para reconocerla, para recordarla, para estudiarla, para observarla, para refrendarla, para refutarla, para lo que sea, pero la queremos viva, eterna, joven, perpetua.

  Muchos han hablado y se ha hablado como “leyenda urbana” sobre el trajín post-mortem de su cuerpo, los textos de ficción “Esa mujer” de R. Walsh y “Santa Evita” de T. E. Martínez, dieron más fuego a la leyenda; innumerables ensayos y estudios trataron esta historia por momentos macabra, incluso se suele recordar vagamente que su cuerpo embalsamado fue dañado pero no se recuerda que fue restaurado en 1974 por Domingo Tellechea.

   Todo un símbolo que llevamos en nuestra interioridad, en nuestro “inconsciente colectivo nacional” repito, más allá de la controversia política.

   Ahora la veremos inmensa en el mural más grande del país y uno de los más grandes del mundo, realizado en acero, sobre el edificio de lo que fuera Obras Públicas en la avenida 9 de julio, allí en donde ella pronunció un histórico discurso en el que renunciaba a ser vicepresidenta el 22/08/1951.

   Estará en dos versiones, una mirando al norte y otra al sur, 35 x 22 m. Al emprendimiento, como no podía ser de otro modo, ya le han reconocido elementos misteriosos y mensajes cifrados…

   No obstante, aparece así, de nuevo, inmensa, eterna, hermosa, mirándonos a todos.

  Acaso, haya quienes no olvidaron sus palabras cuando dijo: “… y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.

El mural que todavía no fue inaugurado

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