martes, 26 de julio de 2011

El cielo, tan temido…

“Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las huríes del Profeta”.
G. A Bécquer.

  Los antiguos, los verdaderamente antiguos, no creían en el Paraíso. Acaso eran tremendamente realistas o acaso, tristemente pesimistas…

  La antigüedad griega concebía a los dioses para la vida, ellos, los dioses, no nos invitaban a las delicias del Olimpo, sólo podíamos rendirles culto y esperar un aliciente para los días de la vida. Lo demás era pasarse la eternidad en el Hades, ese lugar sin recuerdos, sin placer, sin dolor. Una clara metáfora de la nada.

  Para la antigua religión hebrea, algo parecido estaba en mente. A Dios se le pedían largos años de prosperidad en esta tierra…aquí…

  Pero, de a poco, distintos protagonistas: profetas, enviados, elegidos, personas divinas, fueron inculcando la idea del premio celestial y, como no podía faltar, del castigo.

  Pero a mí, siempre me llamaron la atención los Paraísos posibles más que los infiernos.

  El paraíso católico que resume todo en la contemplación de Dios, en la participación de un amor infinito.

  El musulmán de las huríes que no son más que un símbolo de un premio más espiritual y comprensible que andar pasándose la eternidad teniendo relaciones con muchachitas siempre vírgenes.

  El de los nórdicos que se dan de espadazos todo el día para beber y cenar por la noche un jabalí que se reconstituye (como la virginidad de las huríes). Al respecto puedo decir que el paraíso vikingo se parece mucho a mi vida de todos los días…

  El de los aztecas que compartían algún lugarcito con las mujeres muertas en los partos (las mujeres aztecas que morían en un parto tenían un lugar en el paraíso de los guerreros!).

  Un gran número de paraísos posibles. Todos bastante inocentes analizados al pie de la letra, y todos muy serios si se los estudia a la luz de las exégesis.

  Pero si hay algo que me estremece es el paraíso del artista Gustave Doré. En su colección de grabados para la Divina Comedia uno espera imágenes aterradoras para el infierno, y sí, lo son, pero el paraíso es todavía algo más espeluznante.


Obra de Doré
Beatriz muestra el Paraíso a Dante (Doré)
  Un verdadero hombre de talento Doré, como pocos.



  Y tiene razón: de existir el paraíso debería ser más impresionante que el infierno…

Coros celestiales (Doré)

La gloria de Dios (Doré)


1 comentario:

  1. Doctor, tocó usted un tema complicado de mi existencia. Soy una infernalista, debo admitirlo, el cielo me parece un tanto aburrido y la idea de la eternidad del castigo me parece más complicada. El señor Swedenborg tiene unas ideas con respecto al infierno que me gustan mucho: por ejemplo sostiene que uno se acostumbra y al final uno se acostumbra y se toma como un juego su propio castigo...incluso juega y sobra a los demonios que nos quieren castigar con un cstigo que ya se hizo callo. Otro señor muy divertido de leer es el maravilloso Giovanni Papini, sobre todo un cuento que se llama "El cristiano perfecto" donde sostiene que en realidad deberíamos pecar muchísimo para acercarnos más a Dios...genial y hasta convincente, se lo recomiendo.
    En cuanto a Doré creo que su infierno y su Quijote son una de las cosas que más me gustan de este mundo.

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