No vamos a andar con eso de que “Todo tiempo pasado fue mejor”. Nada de eso, sino una consideración sobre un medio de comunicación actual. Un invento magnífico, eficaz, inmediato, superlativamente inmediato y de alcance mundial. Baste con tener el dispositivo, la aplicación y la red para que uno escriba o diga algo y el otro en donde sea que esté lo lea o escuche al instante. Son las glorias del whatsapp, innegables. Claro que, con la gloria, por natural contrapartida se vienen los defectos. Siempre pasa y en este caso también: no hay casi tiempo para la reflexión y ahora, ni siquiera para el arrepentimiento.
En este sentido, podría ponderar la antigua carta. Los tiempos de
escritura, los tiempos de envío que daban lugar a la lectura y a la relectura que hacían pensar y sopesar las cosas. Son las menos las cartas intempestivas y
acaloradas, las hay, jugosas sí, pero las menos porque el escribiente, el común
redactor y escritor, tenía siempre tiempos para calmar sus ánimos, medir
consecuencias, calcular repercusiones. No así el whatsapp. Acaso por eso, esta
época se tan conectiva como conflictiva en cuanto a las relaciones personales
se refiere. Uno escribe en plena crisis emocional y envía. Hasta hace poco uno
podía arrepentirse al instante e intentar eliminar lo enviado. Pero ahora, todo puede recuperarse y leerse y escucharse. Desde hace poco hay métodos y
aplicaciones para ver qué fue lo que alguien quiso comunicarnos y luego se arrepintió.
Fatal, alienante pero inevitablemente así. Toda otra forma comunicacional, no
solo llega lo espontáneo, lo irreflexivo, lo no muy meditado sino también lo
arrepentido. Algo muy cercano a leer el pensamiento, pero ese pensamiento que
surgió, que no pudo medirse ni censurarse.
Tengamos en cuenta que las antiguas cartas, fueron precursoras del
Ensayo moderno. Dudo que del whatsapp pueda surgir algún género, pero sí podría
dar lugar a historias conflictivas bien "picantes " sobre “aquello que nunca quise ni debí decirte pero, de todos modos, te dije”…
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