Foto: Catalá Roca |
Yo siempre pensé que la
elocuencia de los taxistas era un fenómeno local.
Creía que solo en estas tierras
y solo nuestros taxistas son los que insisten en hablar y hablar con uno ya sea
para aliviar la carga de una labor que les consume la vida entera ya sea para
conquistar alguna dama como quien prueba suerte con todas para ver si
con alguna, la narrativa expuesta, acaso funciona.
Además lo creí lógico para
estas comarcas del sur tan nuestras en las que para poder lograr un sustento aceptable cada
chofer debe entregar todas y cada una de la mayoría de las horas de su vida,
por ende, la charla compulsiva les funciona como evasión y alivio…
Pero parece que es un fenómeno
universal o acaso en otras partes y tiempos sucede y sucedió.
Leo a Clarice Lispector en “El hombre inmortal”:
“Qué puedo hacer si en la misma columna voy a
hablar de otro chofer de taxi? Terminaré casándome con uno, para no tener que
oír las historias de tantos otros…”
Y por cierto que Clarice encontró una riesgosa solución al
asunto…
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