El diseñador
Karl Lagerfeld (de Chanel)
lanza al mercado esta fragancia inspirada en el aroma del libro recientemente
adquirido. Dicen que ha dicho (supongo que con mucho de artilugio comercial): “El olor a libro nuevo es el más hermoso del
mundo”.
Bueno, pues
bien por él pero ya se sabe que en este lado del mundo no comulgamos con su
apreciación.
Acaso en
sociedades muy opulentas lo nuevo resulte maravilloso. Pero, sea como sea, salvo
en lo que de ilusión de expectativa ofrece, lo nuevo tiene mucho de “envase”,
de “encofrado industrial”, “de impersonal”, “de producto despersonalizado”.
Numerosas
voces ya se oponen al nuevo perfume, más allá de que la fragancia resulte o no
interesante…
Es que, por
estas latitudes, un libro usado y viejo es todo un bien preciado, un viejo libro
tiene aromas significativos, magia, historia, misterio. Un viejo libro supone
un pacto con el destino porque cuando un lector compra un libro viejo siente
que hay una bendición de ese destino, un guiño de la fortuna, una duda sobre quién
es el buscador y quién el buscado.
Un libro
viejo tiene un aroma conocido pero único, un aroma de almas del pasado, de bibliotecas secretas, de anaqueles perdidos y bellos, de antiguos e impensables compañeros de estante y de marcas personales que
se ofrecen como un mensaje a descifrar.
Me uno a
las voces que disienten. El perfume podrá gustar o no, pero el aroma más
maravilloso del mundo es el de los libros viejos.
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Pensé exactamente lo mismo Doctore, el olor a libro viejo es casi un chocolate para el alma lectora. De todas formas me da muchísima curiosidad conocer a los compradores de este perfume, digamos que a los que les gusta leer prefieren gastarse la plata en un libro con ese perfume y no andar por el mundo con olor a "recién impreso"
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