Rogelio de Egusquiza, La muerte de Tristán e Isolda |
Sesos de
ternera, rabo de lobo, huesos de serpiente, plumas de búho y como condimento
optativo, algún fragmentillo de los restos mortales de un ser humano…
Eran estos
los ingredientes de la receta de un filtro
de amor de la antigua Grecia, una vez que se había probado sin
efecto el andar de paseo con la ubre de una hiena prendida del brazo
izquierdo.
Los filtros de amor, los manjares o no tan
manjares afrodisíacos, la ilusión de
dar con la fórmula de una bebida, una comida o, al menos un menjunje, que
provocara en el otro un amor infalible, ha sido el anhelo de gran parte de la
humanidad.
Lejos de
amedrentarnos la desventura de Tristán
e Iseo, lo único que hace es aguijonear nuestro entusiasmo y nuestra esperanza de aplicar el elixir con
mejor suerte que en aquella historia. No olvidemos que, sea como sea, la pobre Iseo se ve enamorada irremediablemente
del asesino de su tío…
Los
romanos también tienen sus antecedentes: la creencia popular es que el gran
poeta Lucrecio enloqueció y malogró su vida por culpa de una de estas
bebidas y acaso, el historiador Suetonio dispensa la locura de Calígula
argumentando en su favor que su mujer le suministrara fuertes filtros con la
esperanza de conservar su amor.
Dicen que el padre de la medicina, Hipócrates,
recomendaba los pasteles hechos con miel y leche de burra.
Pero,
sin duda, la Edad Media fue el
gran momento de los elixires de amor
con esos recetarios que incluyen flores y hierbas que, para obtener mejores
resultados, debían recogerse la víspera de San Juan.
Oriente
no se quedó atrás y podríamos mencionar el codiciado polvo de cuerno de
rinoceronte como así también esa especie de sopa de nido de ave, preparada
con la sustancia que segregan las golondrinas para hacer sus nidos…
Cierta falta
de fe nos hace dudar de las propiedades de estos preparados, pero siendo
sinceros es una duda injustificada, al fin y al cabo nunca hemos probado estas
cosas…
Entusiastas
lectores, les dejo el desafío…
En mi historia personal, ningún elixir fue tan efectivo como una buena milanesa a la napolitana...un poco más mundano pero efectivo manjar para el que sería mi futuro marido =)
ResponderEliminarEs que en realidad creo que lo importante es la efectividad. Verdaderamente una buena milanesa a la napolitana en el momento justo podría resultar infalible...
ResponderEliminarAlgo me dice que los antiguos brebajes fallarían porque el sabor (y el amor) son imprescindibles...
Desde la flecha de Cupido hasta cualquier menjunje chino, la mitología parece indicar que el deseo siempre es algo impuesto. Algo de razón tendrá... Es que para que algo se imponga debe haber un lugar donde ponerlo y, a riesgo de tornarme pornográfico o cursi-poético, todos nacemos con un hueco en el estómago.
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