Hay que confesar las debilidades pecaminosas: me simpatizan los ladrones
de bancos fugitivos…
Supongo que el crimen perfecto existe, pero si lo sabemos ya no es
perfecto.
En este caso, el delito fue confesado ante la inminencia de la muerte.
La muerte provoca esas cosas, uno confiesa hasta lo inconfesable, total “ya
tengo los pies de mármol” como decía Cyrano…
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