Alguna vez expusimos esta idea en este espacio: vivimos una época en la que proliferan las historias extensas…
Novelistas consagrados, no consagrados, admirables y no admirables lanzan a las editoriales y las editoriales al mercado sagas y trilogías, anexos, precuelas y secuelas...
La mayoría de esas historias se presienten “extendidas” por demás, diríamos “infladas” en estas tierras de terminologías tan despectivas.
Historias que bien podrían ser un buen cuento terminan en novelas y las novelas en “series de novelas”.
Tal vez sea un fenómeno parecido al de las series televisivas: una historia simple y buena con amables personajes extendida por temporadas y temporadas, incluso décadas que terminan desdibujando la magia inicial.
Recuerdo esta cita sin mucha precisión que pone a un Borges diciendo: “Me gustan los principios, me gustan los finales y los largos desarrollos mejor dejárselos a Henry James”.
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