Tal vez, a las grandes figuras del cine se las llama “estrellas” no por su posición gloriosa e inalcanzable sino por su capacidad de seguir brillando en lo alto después de que han muerto. Siempre nos resistimos a las necrológicas, por eso siempre estamos algo tardes, pero ¿cómo no mencionar a la magnífica Shelley Duvall?
Su filmografía está al alcance de
quien quiera, sus actuaciones: diversas y maravillosas todas (por supuesto, icónica e inolvidable en "El resplandor" de 1980).
Nos encandiló con sus pestañas en “Volar es para los pájaros” (“Brewster McCloud” de 1970), por
eso cuando el mundo vio a Liza Minelli en “Cabaret”, 1972, algo
de ese rostro resultaba apasionantemente conocido. Dicen que los de Shelley
son los ojos más grandes de la historia del cine y acaso sea verdad.
Las grandezas del cine nunca
mueren…
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