Esas canciones viejas y eternas, perdidas…
De pronto, nos recuerdan que alguna vez
existió la adolescencia y por algo, en algún sentido, un poco de ella queda
hasta el fin de los días…
Gracias Mary Hopkin por esta canción
entrañable que salió del alma de Paul Mc Cartney.
No hay comentarios:
Publicar un comentario