Dicen los que saben del mundo de la plástica y de la
escultura que si leemos a Guy Debord en La sociedad del espectáculo, podríamos arribar a la
triste conclusión de que la obra de arte no sería ya protagonista sino un
decorado escenográfico para exhibir el yo.
Es decir, estamos ante el esplendor de la “selfie” común y rudimentaria, la simple
“autofoto” al lado de una obra de
arte. No importa la obra de Leonardo Da Vinci sino que yo estoy al lado
de una de ellas.
No importa la magnificencia del David sino que
uno aparece ahí, a un costadito o en el centro incluso bien, bien cerca…
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