Siempre hay que ser duro contra el invasor.
Durísimo, no sólo hay que vencerlo, hay que
desprestigiarlo.
Desprestigiar al adversario (que no significa subestimarlo) es la primera estrategia
del combate.
El crítico y poeta Ariel Schettini nos
recuerda que Drácula, según el clásico de Stoker, compra
numerosas propiedades en Londres y sus alrededores. Se va a trasladar
allí, a su “nueva patria”. En su extraña eternidad ha aprendido el
idioma y pule el acento durante las espantosas noches junto a Harker.
Y concluye Schettini con mucha razón:
“Que un inglés se
apropie del territorio del mundo es la norma. Pero que venga uno de ¿Hungría?
¿Rumania? ¿Dónde quedan los Cárpatos? Y que quiera apropiarse de lujo de Inglaterra,
sólo tiene que ser un chupasangre.”
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