El intercambio de almas ha sido un “lugar literario”
medianamente frecuentado, Hollywood abusó del recurso.
Films en que las almas se cruzan por un desperfecto
eléctrico, por un hechizo rudimentario, por un demonio aburrido, etc.
Pero por comer un helado es algo que la
cinematografía no tuvo aún en cuenta.
Leo a César Aira en Cómo me hice monja:
“No sabía cómo ni por qué, pero no
era la misma. Por lo pronto, mi memoria había quedado en blanco. Antes del incidente de la heladería, no recordaba nada. Quizá tampoco eso lo recordaba
bien. Quizá se había hecho en realidad un trueque de vidas: la del heladero por
la mía…”
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