Uno siempre insiste en creer, desde ciertos criterios de adultez, que hay serias diferencias entre la ficción literaria y la realidad. Pero la vida nos enseña que por algo la Literatura es lo que es y se nutre de lo que se nutre.
Acaso creímos siempre que
la muerte literaria, esa señora de capa negra y guadaña en mano, no puede
semejarse a lo que realmente sucede a la hora de morir. Pero algo de parecido
hay.
Esa muerte literaria,
tenía un costado débil: si por algún motivo, cualquiera fuere, se le pasaba la
hora de la ejecución, pues perdía su condición de implacable y se retiraba “hasta la próxima”. La Literatura está
poblada de estos ejemplos, no obstante, me viene a la mente el cuento de Manuel Mujica Lainez, “EL
hombrecito del azulejo”, cuya lectura recomiendo y justamente,
contempla con maravilla este caso.
En algo se parece al
sentenciado Smith al cual están tratando de ejecutar en estos días con gas
nitrógeno. Parece que, en una oportunidad, los funcionarios encargados de
ajusticiarlo con la “inyección letal”, no lograron colocar la vía intravenosa y
pues, se pasó el tiempo… Expirado el tiempo legal previsto, expiró la orden de
ejecución. En Alabama uno merece morir, pero si se pasa la hora, pues es como
la propia Literatura: “hasta la próxima”.
Ahora van por el nitrógeno
y la muerte con capa y guadaña o sin ella, espera su nueva oportunidad…
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