Ayer se estrelló un avión de la fuerza aérea norteamericana. No uno
cualquiera, un Osprey. Otro Osprey ya se había hecho papilla en el
norte de Australia en agosto,
cobrando víctimas, matando a tres marines estadounidenses de los 23 que iban a
bordo. Otro, el año pasado en Noruega, durante unos ejercicios de entrenamiento de la OTAN cobrando cuatro víctimas fatales.
En 2017, se estrelló otro tras rozar la parte trasera de un barco de transporte
mientras intentaba aterrizar en el mar frente a la costa norte de Australia y sí, otro más en 2000 se
estrelló durante unas maniobras en Arizona.
Son naves que combinan las características de los helicópteros y los
aviones turbohélice.
Un adefesio inmanejable, un mamotreto volador como podemos observar en
las imágenes.
No hay que ser muy inteligente ni ingeniero aeronáutico para darse
cuenta de que esa nave, con ese formato, es un despropósito.
Dejemos en algún punto que la “Ciencia
Ficción” sea ficción y en lo que respecta al riesgo de vidas humanas,
atengámonos un poco a la realidad.
Lo decimos por el bien de las personas que deben subirse a eso…
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