Sin duda
que, por ahora, el podio del protagonismo en las redes sociales, está
merecidamente ocupado por Youtubers e Instagramers
entre otros nuevos “oficios” con sus sitiales y aspiraciones de nobel popularidad,
ejemplo los Tik Tokers…
Esta
popularidad les va dando el preciado galardón de influencers…
Pero no
es hacer catálogo de actividades virtuales el objetivo de estas líneas sino
solo de reconocer dos cosas:
La
primera: sigo a algunos de estos tanto instagramers y youtubers y los disfruto.
La
segunda: observo que, como en toda actividad creativa, hay un constante afán de
originalidad simpática, esa que los ancianos catalogan como “locura juvenil”
(con excepción de propuestas culturales o temáticas-instructivas muy
específicas).
A veces
este delirio de propiciar lo insólito y novedoso cae en la laguna de la
reiteración: suelen cortarse el pelo en vivo, o estrenar un tatuaje “fuera de
lo común”, o propiciar un cambio de “look” llamativo, o confesar lo que parecía
inconfesable…
Otras
veces, asumen el camino del riesgo que los lleva a la tragedia: Ekaterina
Didenko festejando su cumpleaños en una bañera llena de hielo seco que
derivara en la muerte de su novio junto con dos amigos, o las jóvenes que se
tatuaron los ojos y perdieron la vista de manera temporal las más afortunadas…
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Sin
embargo, querido puñado de lectores entusiastas, permítanme esta reflexión que
podría parecer algo tonta o absurda:
Creo que
las actividades de instagramers y youtubers pueden parecer insólitas o
divertidas pero nunca superan en originalidad a las disparatadas propuestas que
los adolescentes podían ver en aquel programa que fue “i Carly”
acaso precursor de estos “oficios”.
Era una
comedia simpática, juvenil, otro invento de la cadena Nickelodeon en la
que un par de jovencitas, compañeritas de escuela tenían un programa en un sitio
de internet.
Allí
proponían actividades muy insólitas: romper huevos con un yoistik, realizar
peleas de dos muchachos en traje de baños femeninos sobre alimentos para
mascotas, cantar una canción a viva voz mientras comían bananas, realizar una
competencia pictórica pintando a la vez el pecho y la espalda de un compañero,
constatar que alguien pudiera comer spaghettis y albóndigas con sorbete,
molestar telefónicamente al encargado del edificio, bailar con moras puestas en
los orificios de la nariz mientras una de ellas tocaba un instrumento de
viento, hacer pruebas de imantación metiendo un pie en vinagre y en leche de
cabra… y así podríamos seguir enumerando…
Y sé que
podría resultar antipático, pero cuando veo instagramers y youtubers haciendo
locuras no veo que superen las propuestas que tan atractivamente actuaban Miranda
Cosgrove y Jennette McCurdy…
Claro,
que ese programa tenía detrás profesionales guionistas y solvente producción.
Aquello era ficción pensada y probada.
Los instagramers
y youtubers no cuentan con este sostén.
Hacen lo
que pueden…
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