“Fata Morgana” es el nombre
que recibe un tipo de espejismo causado por una inversión de temperatura y que
puede producir la ilusión de tener al alcance una isla, o un buque gigante, o un
“castillo digno de un cuento de hadas” (por su formato que tiende a lo elevado
o alargado…).
De hecho, el término “Fata Morgana” no es otro que “hada
Morgana” la cambiante hada hermanastra del Rey Arturo.
Pero el caso es que esta semana, los habitantes costeros de Barcelona
se despertaron con una isla que no existía en el horizonte.
Lo cierto es que, para cualquier mortal, despertarse con una isla al
alcance y que ayer no estaba allí, puede ser algo más que interesante...
Una isla aparecida es un desafío a la aventura…
Seguramente, al primer instante de verla muchos cuestionaron su
propio destino…
Imagino que uno o más de uno habrá pensado si no es que por una vez
en la vida sucede algo que rompe las reglas de la naturaleza y principia en lo
maravilloso.
Acaso uno, o más de uno habrá entendido que por fin se confirma lo imposible como posible, por una vez en la vida sucede algo que se sale de lo común. Acaso uno, o más de uno se habrá cuestionado dirigirse en
bote hasta allí, y caminar las costas de una isla mágica con la consabida posibilidad
de que en ella, se iniciara una vida de aventuras, terrores, amores y peligros.
A sabiendas también de que es esta una decisión irrevocable, porque intuyo que
ese uno o más de uno que pensó un instante en dirigirse a nado o en bote o en
globo a esa isla encantada, sabría que, puesto un pie en ella, la isla se
trasladaría a otros sitios lejanos del planeta o acaso a otros mundos en otros
tiempos.
Acaso uno o más de uno pensó que esto no estaría nada mal: arrojarse
a un mundo extraño de locura y encantamiento a cambio de dejar la cotidianidad insípida
de cada día…
Acaso uno o más de uno soñó…pero, a poco de andar, al poco tiempo,
en instantes nomás, ya apareció un señor cualquiera "refutador" de lo mágico confirmando que el fenómeno era una cuestión natural causado por un barco portacontenedores…
Esa dulce incertidumbre inconfesable de tener, al menos la posibilidad de dejarlo todo y a todos para entregarse sin duda que eternamente a una isla de
hadas que se traslada en el tiempo y en el espacio; se esfuma, se evapora, se
vuelve una ilusión destruida por la confirmación de algo tan industrial y
vulgar como lo es un barco portacontenedores…
Que los dioses nos aparten de los confirmadores científicos, abolicionistas
del ensueño, enemigos de la esperanza, verdugos de la magia…
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