viernes, 1 de enero de 2021

Pirotecnia, ese gesto de rebelión…

 


 Vivo en una ciudad en la que la pirotecnia sonora está prohibida por una ordenanza municipal.

 Todo lo que está permitido es enviar alguna señal lumínica sin sonido pero que no ponga a los vecinos en peligro de incendio. Algo así como la realización de una gran fiesta percibida por un hipoacúsico suponemos…

 Y está muy bien, el Intendente de la ciudad tomó la decisión ya el pasado año en virtud de proteger mascotas y niños autistas. Básicamente ese es el espíritu de la ordenanza.

 No obstante, a pesar de las amenazas y la publicación de castigos ejemplares como la clausura de comercios que vendían estos productos en la clandestinidad, digo, no obstante todo ello, la ciudad estalló ayer en bengalas y cohetería. Estruendos prolongados, luces en el cielo, olor a pólvora de pirotecnia en las calles…

 Un pequeño gesto de rebeldía ciudadana...

 No es que los marplatenses menosprecien a quienes pudieran ser afectados, ni es tampoco que se destacan por la desobediencia civil...

 Es quizás que retomaron sin saberlo la premisa de un inconsciente colectivo humano ancestral para manifestarse ruidosamente. Fue como si aflorase el deseo de celebrar seguir con vida, exponer la bronca por la ausencia de los que no sobrevivieron a ese año que se iba, indisciplinarse de algún modo a pesar de edictos u ordenanzas.

 Acaso el deseo fue como el de los antiguos Chinos creadores de la pirotecnia: apartar espíritus malignos, ahuyentar con estruendo todo lo que nos daña desde lo misterioso e invisible.

 Pondero ese esfuerzo por luchar contra algún tipo de enemigo sobrenatural, ese presentar batalla, esa toma de revancha; lo pondero porque tiene el valor especial de todo aquel que realiza heroicamente un contra ataque sabiendo sin confesarlo que lo que pueda hacer contra enemigos invisibles es totalmente inútil...




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