Fue Shakespeare quien en una de sus
inmortales creaciones nos dice a través de la boca de uno de sus personajes: “Leal con todos, desleal con todos…”
Estas son épocas en que el cine pero principalmente la telenovela suelen tener versiones
alternativas.
Usted puede ver la versión oficial de una película y
luego puede rastrear la “versión del
director”, es decir lo que al director le hubiera gustado hacer y mostrar.
Parece que en el mundo del cine, el director es un
cocinero cuya comida es más o menos sustancialmente modificada antes de que
usted pueda llevársela a la boca.
Lo más grave, a mi parecer, son los finales
alternativos.
Sucede mucho con el género telenovela.
Se ve en las pantallas el final del culebrón y luego se puede rastrear por
infinidad de sitios otros finales, grabados, filmados por el propio director
con los mismos actores…
El resultado es que uno tiene a mano finales
diversos para la historia que lo estuvo atrapando todo este tiempo, uno, dos,
tres años…
Y muchas veces, no pocas, esos finales posibles
difieren y mucho.
Es decir que usted puede ver el final que se emitió
el día pautado para la televisión, el final que a usted le hubiera gustado, el
final que le hubiera gustado a su hija de 12 años y el final que le hubiera
encantado a su vecina.
En virtud y en honor a la verdadera narrativa usted
tuvo todo los finales posibles, el autor se ha desligado del compromiso de un
único final; se ha conformado a todos en alguna de las versiones a la vez que
se los ha dejado disconformes en todas las otras.
Es liberar a la historia de su compromiso, de su
esencia, de su validez, de todo aquello que lo hace interesante. Es como ir a
ver a su equipo favorito en una instancia deportiva importante y en el final del
encuentro el equipo de sus amores se lleva una excelente victoria, pero en otro
final es derrotado y en otro más nos vamos todos masticando un decoroso empate.
Yo tengo la profunda sensación de que muchos finales
saben a ningún final…
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