Estoy convencido de que la única actividad
verdaderamente noble es la Literatura.
Otras disciplinas de la escritura, todas las otras,
son deshonestas.
Sólo la Literatura confiesa a las claras que lo
dicho es ficción con todo lo que ello significa.
Quien quiera tomar la ficción por algo puramente
cierto, allá él. Que busque la tumba del Quijote, la varita de Harry
Potter o la guitarra de Martín Fierro.
La autobiografía puede ser un arma peligrosa, muy
peligrosa.
Transcribo este fragmento de la entrevista que el
escritor Fabían Sicardi realizó al mítico Tobias Wolf:
“–También hay autobiografías falsas… –Lamentablemente (se ríe). Están los
ejemplos como En mil pedazos, de James Frey, que tienen
aristas cómicas, como cuando comprobaron la falsedad de los hechos contados por
Frey (abusos de drogas y la recuperación posterior que nunca sucedieron)
y la editorial se vio obligada a devolverles el dinero a los lectores enojados.
Pero hay otras más preocupantes, como las autobiografías que han probado ser
falsas y hablan sobre el Holocausto, las que pretenden ser recuerdos de sobrevivientes,
como Fragmentos, de Binjamin Wilkomirski, que años después
de la publicación se demostró no sólo que sus historias eran falsas sino que el
autor (cuyo verdadero nombre es Bruno Grosjean) ni siquiera era judío.
De algún modo siguen resultando graciosas, pero no son inocentes. Hay mucha
gente que quiere negar lo que sucedió y esa memoirs alimentan a los que dicen:
“Viste, era todo mentira”. No puede dejar de existir una cierta...
–¿Responsabilidad?
–Y también confianza. Con historias falsas, esos autores erosionan la
confianza del lector. Además, la mayoría de esos libros son mala literatura.
Muchos de esos manuscritos fueron rechazados por las editoriales cuando los
presentaron como novelas y los autores los volvieron a presentar como autobiografías…”
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