Uno
cuenta en la vida con algún amigo que sólo trabaja de noche.
El
amigo nocturno que me tocó en mi destino, me confesaba en una larga exposición
excedida de sinceridad que los empleados
de noche, específicamente los que velan el cuidado de algo, los vigías, los
serenos, los guardas, las guardias telefónicas y los conserjes hoteleros como
él, adquieren las mismas características a saber:
“Los que trabajamos de noche ya no somos
seres tan comunes, ni tan normales, ni tan felices. Al no tratar con casi nadie
en las horas de trabajo, durante días, meses, años, perdemos la costumbre de la
afabilidad, nos volvemos algo intolerantes y huraños. Tomamos una coloración
gris en la piel y un matiz de brillo deslucido muestran nuestros ojos. Como las
horas del día no son las apropiadas para el sueño y no las utilizamos de manera
suficiente para dormir, perdemos mucho del poco buen humor que nos quedaba.
Hablamos con los otros desconsideradamente puesto que sólo ejercitamos el
diálogo con nosotros mismos. Finalmente, nos relacionamos (aunque no mucho) con
otros en nuestra misma situación, mi novia, sin ir más lejos, trabaja por las
noches también y nuestros proyectos de futuro son escasos ¿Qué escuela
funcionaría de noche para nuestros hijos engendrados en el día?”
Trabajadores
nocturnos, laboriosa raza sufrida y solitaria…
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