En
el libro “Las malas palabras”, su autor Ariel Arango dice:
“Las malas palabras
aguardan aún su libertad para ocupar su lugar en el vocabulario legítimo de la vida
cotidiana. Y sin malicia. Sólo así perderán su carácter traumático y
alucinatorio y recuperarán su inocencia. Y no serán ni `buenas´ ni `malas´,
sino simplemente palabras…”
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