sábado, 12 de agosto de 2017

Cartas por siempre…

  
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 ¡Qué bellas eran las cartas, qué hermoso y  maravilloso medio de comunicación!

  Las cartas lo tenían todo, sus defectos: la tardanza, la posible pérdida, la intercepción, etc.; no eran otra cosa que sutiles virtudes, todo era magnífico.

  El mundo de hoy es de expresiones espontáneas de las cuales más de la mitad de los vivientes se arrepiente, en cambio, escribir…escribir lleva tiempo, reflexión, aún cuando uno escribiese de manera acalorada, el hecho de tener que volcar al papel y caminar al correo ponía, por entonces,  a todo “paños fríos” y calma en la tormenta.

   Eran maravillosas, soy reiterativo y adjunto fragmentos caprichosos de cartas de  personas notables:
 
 “No creo que haya habido dos personas más felices que nosotros, hasta que ha venido esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Sé que lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo a ti toda la felicidad que he tenido en mi vida…”
Virginia Woolf antes de suicidarse a su esposo Leonard


 “Que yo sufra mucho carece de importancia comparado con el problema de que no seas capaz, mi querida Lou, de reencontrarte a ti misma…”
Friedrich Nietzsche a Lou Andreas Salome

  “La última temporada en Madrid te entregaste a lo que no te debiste entregar nunca. Yo iré buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar...”
Salvador Dalí a Federico García Lorca


   “Pienso en ti querida Susie, ahora, y no sé cómo ni por qué, pero el cariño es más grande a medida que los días transcurren y se hace más y más cercano aquel dulce mes de promesa; y visualizo a junio de manera tan distinta de cómo solía…”
Emily Dickinson a Susan Gilbert (esposa de su hermano)…

  “He pensado en ti casi hasta el desfallecimiento al oír mi voz cantando o murmurando para tu alma la tristeza, la pasión y el misterio de la vida y al mismo tiempo he pensado en ti haciéndome gestos sucios con los labios y con la lengua, provocándome con ruidos y caricias obscenas y haciendo delante de mí el más sucio y vergonzoso acto del cuerpo…”
James Joyce a su esposa Nora Bernacle

  “Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas…”
Juan Rulfo a Clara Aparicio

  “Terriblemente, terriblemente vivo, afligido, absolutamente consciente de que te necesito. He de verte, te veo brillante y maravillosa y al mismo tiempo le he escrito a June y me siento desgarrado, pero tú lo entenderás, debes entenderlo. Anais, no te apartes de mí. me envuelves como una llama brillante. Anais, por Dios, si supieras lo que siento en este momento…”
Henry Miller a Anaïs Nin

  “Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. 
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo…”
Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik


 
Gafas y olvido. Galina Lukianova.

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