miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡Leia!



 Era la princesa de nuestros sueños, lo es, porque sólo amamos de verdad cuando amamos por primera vez y fue con ella con quien inauguramos el amor verdadero y esencial, ese amor que no envejece y que perdura por siempre. Para los que fuimos niños por entonces, para aquellos que fuimos al cine y la descubrimos, ella colmó todos nuestros ideales de belleza genuina, belleza de cuerpo y alma. No era un rostro recreado, no era el modelo estético cinematográfico, era algo real, posible y a la vez de ensueño. Era, lo es, nuestra princesa, nuestra doncella guerrera, nuestro amor inclaudicable. Si se nos diera la posibilidad de elegir a alguien para amar por siempre, la elegiríamos a ella, si se nos permitiera elegir una aventura sería reemplazando a Hans Solo para luchar junto a ella...

La muerte es  pura patraña, la vejez también, sin dudas son malentendidos de  dioses que han creado el tiempo y el devenir de manera despreocupada dañándonos sin darnos cuenta o acaso beneficiándonos para que pudiéramos soñar amar a alguien, a una princesa en un mundo de imágenes e instantes donde efímeramente existe la eternidad...

















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