Librerías y editoriales dicen que aumentan las ventas de un autor cuando
éste muere…
Triste recompensa la del escritor. Casi como la gloria de los guerreros: “¿Quieren la inmortalidad? Ahí la tienen”
dice el aqueo señalándoles a sus compañeros el campo de batalla de donde
seguramente ya no volverán con vida…
Pero Umberto Eco ya era inmortal antes de morir…
Igual, se nos permite pecar y comprar, ahora que ha muerto o a confirmado
su inmortalidad, aquel libro de su autoría que nos faltaba leer.
Se nos permite leer también, porque ha muerto o porque ya no morirá
jamás, aquella obra que nos fascinó.
Propongo por mi parte “El
péndulo de Foucault”.
“En la mano, mi sombrero” dice Rafael Alberti por Garcilaso y yo, por ti Umberto, por ti.
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