sábado, 13 de julio de 2013

Thomas de Quincey y los lugares que desaparecen…


  Siendo niño me llamó poderosamente la atención (hasta la fascinación diría), una escena de la historieta “Mort Cinder”  de Hector” Germán Oesterheld. Uno de los protagonistas, observa en un pequeño y extraño negocio de antigüedades, un objeto que le llamaba mucho la atención. El caso es que cuando vuelve al otro día para adquirirlo, el negocio ya no estaba allí, y no era que hubiese cerrado, simplemente ya no estaba y cuando averigua entre conocidos y vecinos comprueba que el local jamás había estado.

  Más tarde, aprendí que este tema era un recurso muy propio de la literatura fantástica.

   Pero…

  los biógrafos de Thomas de Quincey aseguran que, como el escritor sufriera en 1804 un dolor de cabeza que le duró nada más ni nada menos que unos 20 días, un amigo le aconsejo aliviarse con opio… Cosa peligrosa si las hay… Quincey observa lo siguiente sobre su iniciación a ese mundo  “…el boticario tenía, para concertar con el tiempo lluvioso, un aire tan tonto, tan estúpido como puede esperarse de un boticario mortal, en un domingo torrencial de Londres…”

 Y, el caso es que durante el resto de su vida se preguntará si aquel hombre fue realmente un hombre ya que días después no halló al farmacéutico ni a la tienda que le proveyó la primera dosis de tintura de opio…




2 comentarios:

  1. Yo tuve una migraña de 15 días...Tal vez, si hubiera soportado unos días más y hubiera tenido un dealer cerca mi vida seria otra...

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  2. Es que por entonces cualquier farmacia londinense te proveía de opio y los elementos para consumirlo...claro, a veces todo aquello desaparecía...

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