“Toda
mi vida ha habido veces en las que he bebido hasta caerme; pero casi siempre se
trata de un ritual delicado que no te lleva a la auténtica borrachera, sino a
una especie de beatitud, de tranquilo bienestar, acaso semejante a una droga
ligera. En algo que me ayuda a vivir y trabajar”
Luis
Buñuel
Fotog.: Irving Penn |
Antonio Jimenez Morato es el autor de “Mezclados y agitados”, libro
que relaciona de alguna manera el arte de la escritura y la bebida…
En
realidad es un compendio en el que delata a 39 escritores y sus hábitos con
respecto al alcohol:
En
esas páginas podrán constatar que Charles
Baudelaire prefería la absenta; Guillermo Cabrera Infante, el Mojito; Truman Capote, el Destornillador;
Luis Buñuel, el Martini; John Cheever, vodka, ginebra, whisky; Alejo Carpentier, el Daiquiri;
Marguerite Duras, el Negroni; Julián Herbert, el Kamikaze;
Tommas Mann, el Bellini; Juan Rulfo, el Margarita; William Faulkner, el Julepe de
menta; Mario Vargas Llosa, el Chilcano; Julio Cortázar, el Cubalibre; Truman Capote, el Destornillador; Josefina Vicens, el tequila
macho; Fernando Pessoa el Porto flip; Jaime Gil de Biedma, el Sol y sombra; Hemingway, el Papa doble;
Javier Tomeo, el café
irlandés.
Entre tantos otros… todos estos datos, matizados con la delicia de darnos las
fórmulas preferidas para que, si acaso
no lográramos la gloria literaria, al menos
podamos consolar nuestras penas con las recetas que placían a los
grandes.
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