miércoles, 22 de agosto de 2012

King Kong (1933) y la belleza que nos mata…


  La bestia ve por primera vez a Ann cuando ella le es ofrecida en sacrificio. 

  Queda cautivado por su hermosura. Se reedita el antiguo mito de “la bella y la bestia”.

   Ella, naturalmente horrorizada, no llega a advertir el caudal de ternura que anida en su alma de coloso. Pero él está perplejo y fascinado y explora con sus dedos de gigante el diminuto cuerpo de Ann en una escena de erotismo para entendidos…

  King Kong la defiende, se enfrenta con un feroz tiranosaurio y un escurridizo pterosaurio.

   El resto se conoce: lo duermen y lo llevan a Nueva York, es exhibido y durante su primera aparición en público, Kong consigue escapar, busca a su adorada Ann, la vuelve a capturar entre sus garras y la lleva hasta lo alto del Empire State, en donde es abatido por biplanos. 

  En la calle queda el cuerpo de Kong, un policía le dice a Denham, coprotagonista, que los aviones terminaron con el gigante a lo que Denham responde: "no fueron los aviones, fue la belleza quien mató al monstruo".

  Esas cosas por las que vale la pena morir…

Boceto para "El gran gorila" (Mighty Joe Young) 1949, saga de King Kong, producida por John Ford

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