lunes, 19 de septiembre de 2011

Otra vez “Lugares de terror”…

  
 En el pasado mes de julio, durante la semana dedicada a las reflexiones sobre terror y realidad, hablamos, un día (20/07), sobre los espacios de terror, aquellos lugares antiguos o nuevos, imaginados o reales, cercanos o lejanos que eran propicios a producir pavor en las almas.

  Hoy sólo quiero explicitar que esos lugares, a veces, pueden estar a pasos de nuestro hogar sin que reparemos en él debido a nuestra exigente cotidianeidad…
  A unas pocas cuadras de donde vivo, hay un asilo de ancianos o un geriátrico o un “hogar de mayores” como quieran llamarlo.
  El predio tiene una hectárea y el edificio es digno de las fantasías más trágicas o de las realidades más terroríficas…
  Puertas antiguas y desvencijadas coronadas por rosetones medievales con vitrales no del todos sanos, hileras de ventanales desolados, muros inmensos y grises, terrazas semiderruidas, una glorieta decadente y, todo, todo, envuelto por una inmensa enredadera que va de un lado a otro, de norte a sur y de abajo hacia arriba envolviendo el terrible caserón como si fuese la tela de una araña anciana y mortal.
  Lo demás es un jardín descuidado con árboles caducos al que cualquier transeúnte como yo puede acceder pues las defensas también están vencidas.
  Los anocheceres y las noches pobladas de murciélagos deben de ser un encanto para los seres oscuros. Yo paso de día, cierta piedad y cierto rechazo a la congoja que aún conservo me impiden la travesía nocturna.
  Aunque una noche de estas tal vez me anime.
  A modo de canalización psicológica o a modo de conjuro de miedos no pude más que escribir un cuento, “El asilo”, que hace tiempo adjunté en este blog en la sección “Schipani en prosa (cuentos)”.
  Lo más triste es que allí quedan en custodia ancianos, ancianos que nadie ve nunca acercarse a las ventanas ya que suponemos que, entonces sí, el panorama sería infinitamente más desolador.
  Sin duda, quienes allí van a terminar sus días, lo hacen en un ambiente propicio a las metáforas de la muerte que tanto gustaban en el siglo XIX.
  San Jorge, se llama el lugar.
  El dragón siempre fue un arquetipo del miedo…
Nota: adjunto rudimentarias fotos que pude tomar:
Entrada con rosetón
Muros infinitos


Enredadera-telaraña
La glorieta muriente


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