Lo que conforma un desayuno, un almuerzo que acaba de ser servido, las bebidas que se están tomando, las imágenes en un escenario de vacaciones, una circunstancia afectiva: besos, abrazos, gestos, entre tantas otras posibilidades: pasear una mascota, ir a la peluquería, ver un espectáculo, esas son las imágenes que vemos en las redes sociales, todo el tiempo, a cada instante.
Lo llaman “presumir”, podría
ser “ostentar” y es simplemente “mostrar” escenas que hasta hace pocos años
quedaban reservadas para los presentes del momento, incluso para la intimidad.
Las viejas fotos, si es que a alguien se le ocurría tomarlas, no se difundían
ni tanto ni tan rápido como hoy. Las viejas fotografías eran para atesorarlas…
Pareciera que se convirtió en necesario sumar un plus al placer, es decir, al placer de vivir algo debemos sumarle
imperiosamente algo más y ese "algo más" es el placer de mostrarlo. Podría intuir hoy que
lentamente, y acaso no tan lentamente, ese “lugar” del placer o ese
“activador” se está desplazando. No es tan deliciosa la comida como mostrar que
vamos a comerla… El gozo se va trasladando, ni lenta ni perezosamente aunque sí
peligrosamente desde la realidad a la virtualidad, desde el acontecimiento a la
imagen del acontecimiento o, más precisamente, a la exposición del
acontecimiento. Intuyo que si la dirección del placer no cambia, y seguramente
no va a cambiar, el placer radicará únicamente en la imagen, en lo que mostramos
a tal punto que lo que se viva no interese demasiado, no conmueva, no dé tanto
placer e incluso un día puede que la realidad hasta fastidie, puede que se
convierta lo que se vive realmente en un trámite desabrido pero necesario para
lograr el goce de ser mostrado…
Estamos cada vez más vacíos que tenemos que "mostrar" lo que poseemos para sentirnos un poco mejor con nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Así es, lo has sintetizado mejor que nadie.
EliminarGracias.
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